Como se cuenta
en Cabaret Biarritz, fue precisamente el libro de Hemann O. F.
Goedsche Biarritz la base sobre la que se construyó la
infamia conspirativa sobre los sabios de Sión, peripecia que hace
unos años noveló Umberto Eco en El cementerio de Praga. Al
igual que Eco, José C. Vales combina los trucos melodramáticos y
los golpes de efecto de la literatura folletinesca con los más
posmodernos recursos de la ficción para, con una base tan
transitadas como las historias de muertes espantosas, sociedades
secretas y amores desbocados, construir una novela tan ingeniosa,
bien trabada y feliz que solo esos críticos cuyo cadáver tarda dos
años en ser encontrado podrían calificar de superficial.
En Cabaret
Biarritz nos encontramos con varias decenas de personajes que con
su propia voz van tejiendo la narración. Esta técnica ya de por sí
endiablada (no es nada fácil contar una historia de manera coral)
tiene su verdadero valor en la capacidad de Vales para dotar a cada
narrador de un estilo individualizado. Desde el erudito que tachona
su discurso con multitud de citas latinas hasta la criada que habla
en monólogo interior, Vales consigue que cada una de sus creaciones
cobre vida a través de las palabras. Y todo sin perder la
perspectiva de conjunto: el lector atento podrá descubrir sutiles
semillas dispersadas aquí y allá y que de repente florecen donde
menos se lo espera.
Pero la riqueza
de Cabaret Biarritz no se acaba en este virtuosismo
polifónico, sino que el entramado argumental también juega en
múlitples planos. En primer lugar se encuentra la enumeración
sucinta de sucesos extraordinarios que tienen lugar en Biarritz,
1925. Varias muertes de aspecto fortuito pero de cadencia sospechosa.
Después se sitúa la investigación del reportero Vilko y el
fotógrafo Galet, a los que se unirá la intrépida Beatrix, quienes
no se creen tantas coincidencias. En un tercer nivel se sitúa la
investigación que tres lustros después llevará a cabo el
escritorzuelo Miet, quien intenta atar todos los cabos sueltos
regresando al lugar del crimen y entrevistando a protagonistas y
secundarios.
Para completar
el cuadro se precisa la participación del lector, quien deberá
completar una historia que se le presenta fragmentada e incompleta. Y
aquí aparece la parte posmoderna de la novela, aunque a estas
alturas ya se podría decir que el recurso ha alcanzado el estatus de
clásico. Vales ha construido una novela puramente literaria en la
que no faltan ni el falso prólogo ni las notas del impertinente
traductor (este, que alcanza la categoría de personaje con entidad
propia, es uno de los grandes aciertos del libro), pero donde muchas
novelas que van de modernas fracasan porque ya todos tenemos los
dedos pelados de pasar páginas similares, Vales triunfa por su
sentido lúdico, por su brillantez estilística y por saber tomarse
el juego con la mayor seriedad exigible.
Editorial
Destino
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