Si la dualidad
es por definición una de las características de cualquier espía,
en el caso de Kim Philby su doble faceta (o fachada, o rostro, o
personalidad) adquirió unas proporciones patológicas. En Un espía entre amigos Ben Macintyre insiste una y otra vez en lo “muy
inglés”, casi hasta lo paródico, que era Philby, y sin embargo
fue quizá el mayor traidor de la historia de Gran Bretaña. Pero es
que la transgresión de Philby no se quedó en eso, sino que también
traicionó a sus amigos.
Según el relato
de Macintyre, los servicios de espionaje británicos, en especial el
MI6, encargado de la inteligencia exterior, eran algo así como un
elegante club de caballeros, en el que se entraba por recomendación
y en el que todos se consideraban pertenecientes a un exclusivo
círculo de personas de bien. Por eso, pese a las abrumadoras pruebas
que ya desde muy pronto empezaron a señalar a Philby como posible
infiltrado comunista, para sus colegas era sencillamente inconcebible
que un buen inglés como él pudiera ser un agente soviético, en qué
cabeza cabe.
Pero para
conseguir esta adhesión incondicional Philby no se valió solo del
prestigio de su buena cuna, sino que también ejerció como excelente
espía, irónicamente además como maestro de espías. Aunque quizá
eso era lo de menos, después de todo sus presuntos logros eran
enseguida saboteados por él mismo en su papel de doble agente. La
verdadera clave de su éxito era el encanto, su don de gentes, el
hacerse con la simpatía de los demás, lo que le propiciaba a la vez
acceso a sus secretos e inmunidad ante cualquier sombra de sospecha.
Macintyre no se
centra solo en Philby, sino que también hace un dibujo bastante
completo de su gran amigo Nicholas Elliott, otro espía que en una
novela parecería demasiado esquemático y predecible, pero es que
era así, o de James Jesus Angleton, un tan exitoso como poco
avispado espía que se convertiría en baluarte de la CIA. También
aparecen otros espías del círculo de Cambridge, los contactos
soviéticos, el famoso Cicerón de Estambul... Como una poblada
novela de intriga y aventuras, Un espía entre amigos se convierte en un repaso
trepidante a casi treinta años de espionaje.
Pese a que
Macintyre plantea un retrato personal y cercano de Philby, es
imposible penetrar en su verdadero ser. Un privilegiado como él,
educado en las más rancias costumbres de la clase alta británica,
rodeado de personas tradicionales y convencionales, que ni tan
siquiera parecía tener una comprensión muy profunda en cuestiones
políticas, que decide no solo dedicar su vida a unos ideales que en
principio le son tan ajenos, sino que en el camino deja una estela de
traiciones y muertes. Y que era capaz de salirse con la suya y de
mentir a todos sus familiares y amigos sin dificultad ni
arrepentimientos. Si no fuera tan despreciable, incluso se le podría
admirar.
Editorial
Crítica
Traducción
de David Paradela López
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