jueves, 9 de julio de 2015

Lo que ha quedado del imperio de los zares, de Manuel Chaves Nogales


Por la impronta que dejó en la sociedad de los años 20 la emigración rusa posterior al triunfo de los bolcheviques (basta leer algunas historias de Scott Fitzgerald o ver la extraordinaria La última orden, de Joseph von Sternberg) daría la impresión de que todos los exiliados que se dispersaron por el mundo eran antiguos aristócratas devenidos en extras de Hollywood o taxistas. 

Manuel Chaves Nogales en Lo que ha quedado del imperio de los zares constata esta pretensión, pero solo para demostrar su falseado, o al menos exageración. Porque evidentemente no todos de los más de un millón de emigrantes forzosos eran príncipes, sino que entre ellos también había representantes de todos los estratos sociales, desde burgueses, intelectuales y  artistas hasta militares, religiosos o campesinos.




Y precisamente la intención de Chaves Nogales es retratar este complejo y variado grupo de personas que, con muy diferentes orígenes, vieron su mundo disolverse de la noche a la mañana, sin poder mantener más que de una manera muy artificial los lazos que los unían con el pasado y con su patria, y que tuvieron que adaptarse con celeridad a un nuevo mundo que en muchos casos les era totalmente ajeno.

Chaves Nogales se interesó con especial atención en la cuestión rusa, tan influyente en la política europea del momento y que tantos paralelismo podía tener con una Epaña en la que estaba a punto de iniciarse la II República. Si e Un pequeño burgués en la Rusia Roja fue el mismo Chaves Nogales quien visitó el nuevo país y en El maestro Juan Martinez que estaba alli se centró en un singular personaje que conoció por sí mismo el nuevo régimen soviético, en Lo que ha quedado se centra en los emigrantes en Francia, donde se hospedaron más de medio millón de rusos.

El reportaje de Chaves (originalmente publicado en Ahora) pretende mantener cierta distancia y equilibrio, aunque sus filias y fobias se intuyen aquí y allá. Si confiesa no ser particularmente entusiasta de la cultura eslava, lo que sí manifiesta es piedad y consideración ante estos seres humanos que, más allá de su bagaje previo, ahora se encuentran en una posición de absoluta indefensión: no es el momento para los grandes juicios, sino para preocuparse por las pequeñas historias.


Editorial Ranacimiento

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