En el breve perfil de Colm Tóibín que aparece en sus libros se dice de él que es “uno de
los mejores escritores irlandeses de nuestro tiempo”. Si tenemos en
cuenta la extraña estadística que sitúa a Irlanda como el país
del mundo con mayor número de genios literarios por habitante,
podríamos aumentar el alcance de la descripción y decir que Tóibín
es “uno de los mejores escritores de nuestro tiempo”.
Solo alguien como Tóibín,
con su acreditada maestría narrativa, puede hacer frente a un
desafío como el que supone El testamento de María sin caer en el
ridículo o pasarse de ambición. Y sin embargo, el propósito del
autor no es en absoluto narrar “la historia más grande jamás
contada”, ni tan siquiera ofrecer una visión rompedora o
transgresora. Su intención es contar una historia puramente humana,
la de una madre que pierde a su hijo.
La propia tradición
cristiana, al menos desde la Edad Media, ha dado a la Virgen María
un papel predominante en su imaginería, otorgándole no pocas veces
incluso más relevancia que a Cristo, especialmente en los países mediterráneos. En El testamento de María tenemos una posible
explicación: ella es humana, accesible. Incluso su “traición”,
es comprensible. Vemos a una mujer desengañada, aturdida por una
serie de sucesos que no puede asimilar. Herida por la
insensibilidad de su hijo. Porque María siempre habla de su hijo,
jamás del Hijo de Dios.
Aunque El testamento de
María fue escrito originalmente como obra de teatro, es difícil
durante su lectura pensar que pudiera ponerse en escena. Memorizar el
texto ya parece una proeza, pero su profundidad, su sutileza y su
complejidad la hacen practicamente irrepresentable. Y sin embargo, ya
se ha estrenado en Nueva York. Solo puede ser un desastre absoluto o
una obra maestra. Esperamos tener algún día la oportunidad de
comprobarlo.
Editorial
Lumen
Traducción
de Enrique Juncosa
No hay comentarios:
Publicar un comentario