Aunque la acción de
Roscoe, negocios de amor y guerra se desarrolla a mediados de los
años 40 en Albany, la capital del estado de Nueva York, para el
lector español su inicio puede parecer puramente costumbrista: un
empresario entrega su comisión al representante local del partido,
quien lo esconde a buen resguardo de posible investigaciones. El
aparato político que describe William Kennedy es sucio, corrupto,
depravado. Y todo está narrado con la mayor naturalidad.
Otra referencia clara que
le puede venir a la cabeza al lector es Boardwalk Empire. Roscoe
parece un reflejo de Nucky Thompson, un político a la sombra que en
realidad maneja todos los negocios sucios del partido (en este caso,
el Demócrata): prostitución, distribución ilegal de alcohol,
apuestas: pocos crímenes le son ajenos. Incluso, como en la serie,
su hermano es el jefe de la policía local.
Pero Roscoe no es solo la
historia de una maquinaría tan corrupta como eficaz, también es
la historia personal y trágica de este hombre que llevado por las
circunstancias ha tenido que hacer siempre lo que menos le gustaba,
aunque lo ha hecho como todo un profesional. Kennedy tiene un bagaje
periodístico (palpable) y una larga carrera como novelista que se
manifiesta en un control absoluto de los tiempos narrativos, que se
van mezclando con fluidez. También es capaz de convertir a ese ser
despreciable y manipulador que es Roscoe en una especie de héroe
griego.
Al igual que en Tallo de
hierro, también perteneciente a su serie de Albany, Kennedy combina
un naturalismo que no se ahorra detalles macabros, con una serie de
referencias sobrenaturales en principio desconcertantes, pero que
acaban por integrarse con sutileza. Al final lo que queda es una
historia de éxito tras éxito hasta el derrumbe postrero.
Editorial
Libros del Asteroide
Traducción
de Jordi Fibla
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