Indro Montanelli es
ampliamente reconocido como uno de los grandes periodistas del siglo
XX. Su trabajo como corresponsal de guerra, reportero de los más
diversos temas y cronista privilegiado de la vida italiana, le han
granjeado un prestigio a prueba de bombas. Sin embargo, estos
créditos no hacen sus libros de historia más fiables, por el
contrario, habrá mucha gente que pensará que se metió en terreno
ajeno, que no le pertenecía a él entrometerse en un espacio tan
reglamentado como el de la Historia. Pero él mismo confesaba que no
trataba de escribir estudios originales, ni mucho menos definitivos.
En Historia de Roma trata de compendiar en un volumen accesible la
fascinante historia de Roma con gran capacidad de síntesis, un
envidiable sentido de la narración y un gran humor (precisamente una
de las características que más echaba en falta en los antiguos
romanos).
Al hablar de Tácito,
Montanelli dice que hubiera sido mucho mejor historiador si en lugar
de dejarse llevar por sus simpatías o antipatías personales se
hubiera atenido más a los hechos. Pero que, después de todo, tampoco
deberíamos ser muy estrictos con él, pues se trata de un excelente
escritor. Algo parecido se puede decir del propio Montanelli, quien
nunca oculta de qué lado está: por ejemplo, tiene una gran
inclinación por Julio César, o una mirada claramente cristiana, lo
que le sitúa en las antípodas de Gibbon a la hora de analizar el
declive del Imperio. Pero podemos dejar aparte sus veleidades y gozar
de su talento como contador de historias, más que de Historia.
Un historiador no
profesional suele centrarse en el recuento de grandes sucesos y la
repetición de nombres importantes. Montanelli demuestra que es algo
más que un aficionado al incluir en su libro aspectos que van más
allá de la colección de fechas y reyes, con capítulos enteros
dedicados a la sociedad, la economía o la cultura. Sin perder de
vista este apartado informativo, Montanelli tampoco pierde de vista
otra de sus intenciones fundamentales: la de entretener. A través de
numerosas anécdotas y de opiniones propias que deja deslizar a la
mínima, mantiene tanto el interés del lector como su buen humor.
Editorial
Random House Mondadori
Traducción
de Domingo Pruna
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