El inicio de Anna
Karenina debe de ser una de las frases más citadas en la literatura
contemporánea (“Todas las familias felices se parecen, pero las
infelices lo son cada una a su manera”). Más allá de lo que pueda
tener de certera o brillante, lo cierto es que da pie a muchas
historias, y en una literatura que tiene a la familia como uno de sus
principales temas, no parece una mala invocación. Paul, el
protagonista de La cena, no deja de repetir la idea de que la suya es
una familia feliz. Al principio pensamos que es una manera de
autoengaño, de intentar simular que todo va bien mientras el barco
se hunde. Pero una interpretación más cínica concluiría que Paul
tiene razón, que su familia es bastante feliz.
Este despiadado
libro de Herman Koch se podría ver también como una versión
radical y sangrienta de Un dios salvaje, la obra de teatro de Yasmina
Reza. Dos hermanos y sus mujeres se reúnen a cenar para discutir un
tema importante relativo a sus hijos. Paul, que cuenta la historia,
parece un tipo simpático, irónico, lúcido. Su hermano, un
destacado político holandés, es presentado como un zafio y
pretencioso bobo. Pero poco a poco iremos sabiendo que la voz de Paul
no es en absoluto imparcial. Ni equilibrada.
La novela se
desarrolla hacia atrás. Si la cena sirve como espacio catárquico,
como lugar para hablar del elefante en la habitación, a través de
los recuerdos de Paul vamos descubriendo la suciedad que esta familia
esconde debajo de la alfombra. También es habitual en la narrativa
actual la metáfora de los escenarios impolutos (en este caso el
restaurante de gran clase), que deslumbran a la vista para ocultar la
putrefacción de una sociedad decadente y amoral.
Koch tiene que
lidiar con el tratamiento de “grandes temas”, como la violencia
juvenil, la educación o las enfermedades mentales, que además
tienen una peligrosa vertiente sensacionalista, sin caer precisamente
en el morbo o en la superioridad moral. Y por eso decide que su
narrador sea Paul, tan atractivo y tan repugnante, tan impulsivo como
perdido. Al final el lector quedará espantado y sobresaltado, pero
eso es solo el primer paso. Después llegará el momento de las
preguntas incómodas.
Editorial
Salamandra
Traducción
de Marta Arguilé Bernal
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