Ya sea por mala
conciencia o por el desprecio español hacia su propio pasado, lo
cierto es que la fascinante historia de la conquista de América es
poco y mal conocida. Sin ir más lejos, la épica conquista de la
Nueva España por Hernán Cortés y sus hombres ha quedado relegada a
algunos tópicos muy generales. Pero es que incluso muchas de estas
historias que todo el mundo conoce han sido falseadas. Así, el
famoso incendio de los barcos ordenado por Cortés para impedir el
retorno de los soldados fue de hecho un embarrancamiento.
Lo cierto es que
esta manipulación de la historia, sin duda concerniente a aspectos
mucho más relevantes que la anécdota citada, viene desde
prácticamente el momento mismo en el que se produjeron los hechos,
de tal manera que la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, que empezó siendo un memorial
para reclamar algunos derechos adquiridos, se convirtió en una
revisión de la historia reciente que autores como Francisco Gómez
de Gómara estaba reescribiendo en beneficio de intereses
particulares.
Como hace notar
Guillermo Serés en sus imprescindibles estudio y notas, Díaz del
Castillo no era una persona especialmente instruida, ni tan siquiera
sabía “escribir”, pero es precisamente la ausencia de una
retórica lo que da a sus escritos una apariencia de verismo que los
engolados textos de pendolistas profesionales eran incapaces de
alcanzar. Esta naturalidad, que por otra parte, y como no podía ser
de otra manera, incluye algunos de los manierismos propios de su
época, también facilita la lectura actual.
Pese a que Díaz
del Castillo cae a menudo en digresiones y hay largos apartados
demasiado personales como para que interesen a muchas más personas
que las directamente implicadas, lo cierto es que la Historia
verdadera también se puede leer en gran parte como un relato de
aventuras, como un retrato costumbrista de una época y un lugar
extraordinarios en los que, sin embargo, las personas seguían siendo
gente normal, con sus necesidades pedestres, con sus miserias
propias, pero también capaces de las más inimaginables proezas.
Otro aspecto que
destaca a lo largo del libro y que Serés hace notar es la intención
de Bernal por reflejar la conquista como un logro colectivo. Frente a
la visión aristocrática de Gómara y otros historiadores que
pretendían convertir a Hernán Cortés en único responsable de la
hazaña (quizá con la ayuda de Santiago), Díaz del Castillo
enfatiza la importancia del conjunto, desde los capitanes hasta los
soldados más olvidados. Con una magnífica memoria que le permite
recordar nombres y circunstancias particulares, el autor refleja de
manera orgullosa el valor de cada uno de los participantes en la
empresa.
Una de las
partes más curiosas de la Historia verdadera es la
introducción de elementos propios de la novela caballeresca, como
cuando los conquistadores llegan a la ciudad de México y creen estar
ante una de las maravillas descritas en el Amadís de Gaula.
Pero estas comparaciones no restan crédito al relato, sino que lo
vinculan de manera directa con la cosmovisión propia de la época y
ayudan a comprender cómo se sentían aquellos hombres ante la visión
de un mundo que parecía de fábula y que, sin embargo, tenían ante
sus propios ojos.
Si esta edición
dela Historia verdadera por la Real Academia Española es un
encomiable logro, lo cierto es que si se quiere divulgar la obra de
Díaz del Castillo más allá de especialistas y de un reducido grupo
de curiosos, quizá sería conveniente la publicación de una edición
reducida. Después de todo, hay extensas parte del libro digamos que
prescindibles, y ediciones abreviadas de otros clásicos como la
Historia de la decadencia y caída del imperio romano han
contribuido sin ninguna duda a su mayor difusión.
Editorial
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores
Edición de
Guillermo Serés
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