jueves, 13 de agosto de 2015

La última noche en Twisted River, de John Irving


Si hay un autor conocido por su reiteración de motivos, ese es John Irving. Y en Laúltima noche en Twisted River están casi todos, desde Nueva Inglaterra y los osos hasta la lucha o los accidentes mortales. Pero en el caso de esta novela es como si Irving hubiera dado un paso más allá y el lector entrara de lleno en un mundo que tiene algunos contactos (o roces) con el mundo exterior, sí, pero que de hecho es propiedad privada: bienvenidos a Irvingland.

Otra de las señas de identidad recurrentes en las novelas de Irving es el protagonismo de un escritor, y en La última noche este autor tiene grandes similitudes con el propio Irving, aunque muchas veces da la impresión de que el verdadero escritor está jugando con un tema tan manido y a menudo aborrecible para el creador (“¿cuánto de autobiográfico hay en su novela?”: puaj). Porque no importa tanto que lo que se cuenta en el libro haya pasado en “realidad”, sino que sea plenamente coherente con el mundo según Irving.




En algunos momentos puede parecer que el autor se deleita demasiado en su juego de estructuras y ritornellos, pero el conjunto resulta un fascinante puzle en el que las repeticiones son una exigencia irrenunciable tanto por cuestiones de estilo como para poder comprender la visión más amplia de la historia. Así, cada parte en la que se divide el libro comienza in media res, para después ir reconstruyendo, de manera muy similar en cada sección, las partes de la historia que faltan.

Es aquí cuando Irving despliega una vez más su maestría. Pese a que el (supuesto) protagonista es escritor, en realidad no es él quien lleva el peso de la narración en gran parte del libro, sino el conjunto de voces y personalidades que se superponen para ir completando una historia siempre llena de cabos sueltos e insinuaciones que solo poco a poco irán cobrando sentido. Y entre estos testigos destaca la figura de Ketchum, un asilvestrado leñador que se convierte en una de las creaciones más poderosas de la obra de Irving.

Editorial Tusquets

Traducción de Carlos Milla Soler

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