Para elaborar
una obra con la extensión casi sobrehumana que posee la bibliografía
de Georges Simenon es sin duda necesario un método, y entre otros
recursos, el autor era famoso por su precisa documentación y su
memoria prodigiosa. Así, antes de escribir sobre un lugar (y solo
Maigret ya visitó cientos de ciudades), Simenon se aseguraba de
conocer bien las características de la localización en la que se
iban a mover sus personajes. Sin embargo, al leer Maigret en Nueva
York, más allá de cierto sabor que cualquier aficionado al cine
reconoce de inmediato, no hay un verdadero quiebro. El lector, como
Maigret, enseguida se siente como en casa.
Escrita en 1947,
en Maigret en Nueva York el detective ya es un personaje consolidado,
de hecho ha dejado su trabajo en París y se encuentra en el limbo,
sin saber muy bien qué hacer. Quizá por eso acepta un trabajo que
le hará alejarse de su zona de confort para llegar nada menos que a
la capital del nuevo mundo, una ciudad repleta de gángsters y
policías corruptos. Igual que en París, como recalca uno de los
personajes de la novela, solo que los franceses lo llevan con más
estilo.
Por cierto, que
pese a lo significativo de la fecha, en el libro tampoco hay
absolutamente ninguna referencia a la guerra recien terminada, como
si nada hubiera pasado. Maigret vive en su propio mundo, un lugar en
el que los códigos están bien definidos y en el que los sucesos de
la vida real, por muy trascendente que sean, no tienen repercusión.
Hay un caso, unos personajes bien elaborados y una investigación que
llevar a cabo, no hay espacio para consideraciones históricas o
sociológicas, solo para la pura creación literaria.
Como es
habitual, Maigret se mueve por sus propios instintos. No se trata de
un investigador intelectual que elabora complicadas explicaciones a
base de deducciones clarividentes. Tampoco es un hombre de acción
que haga avanzar la historia por medio de golpes y balas. Al
contrario, Maigret se deja llevar. En lugar de luchar contra la
corriente, simplemente flota a la espera de encontrar una rama a la
que agarrarse. Pero, cuando la encuentra, ya no habrá manera de que
la suelte: el caso está resuelto, con sencillez y naturalidad.
En el caso de
Maigret en Nueva York nos encontramos con una historia en la
que en apariencia no hay víctimas ni, por lo tanto, culpables. Es
todo cuestión de tono, de extrañeza. En un ambiente de whisky y
tabaco, como en una de las películas de cine negro de la época,
Maigret parece perderse, pero en todo momento tiene claro a dónde
quiere llegar. Se encontrará con personajes de todo tipo, sacará
información casi como quien no quiere la cosa, y resolverá el
misterio de la manera más civilizada, a la francesa.
Editorial
Le Livre de Poche
Edición en
castellano en Booket
No hay comentarios:
Publicar un comentario