Se podría leer Bélgica
como muchas cosas: un diario, un relato sobre la búsqueda de la
infancia, unas memorias, una colección de pensamientos, un poemario
e incluso como un libro de viajes. Pero no es nada de eso, y a la vez
lo es todo, y mucho más. Como no, quien mejor lo define es su propia
autora, Chantal Maillard:
Relatar los hechos no es
el propósito de esta escritura que quiere ser poco más que una
herramienta destinada a atrapar los destellos de la memoria y
transcribir su estela.
Un propósito proustiano,
se pensará (pero al final descubriremos que no, o al menos no del
todo). A un libro con esta ambición se le oponen múltiples
obstáculos (caer en el solipsismo, pecar de grandilocuencia,
regodearse en lo simbólico), pero también es cierto que para lograr
una verdadera obra de arte hay que asumir riesgos. Maillard propone
una experiencia que a algunos lectores les producirá rechazo
instantáneo. Pero los que se atrevan a acompañarla en sus viajes se
verán recompensados por un claridad a menudo deslumbrante.
Si nos pusiéramos a citar
extractos del libro, no acabaríamos nunca. Tan repleto está de
hallazgos, de imágenes fulgurantes, de reflexiones originales, de
conclusiones categóricas. Es un libro viejo que se descubre como si
inventara un nuevo género, un libro mestizo (zinneke) que de tan
íntimo nos atañe a todos.
Editorial
Pre-Textos
No hay comentarios:
Publicar un comentario