Por muy excéntricos que
parezcan a primera vista, hay algo en los cuentos de Lydia Davis que
los convierten en característicos de nuestra época. Su combinación
de relatos cotidianos, casi naturalistas, con unas gotas de
extrañamiento, de fantasía, encajan con una concepción del mundo
en el que lo normal y lo extraordinario se mezclan de manera fluida.
Los cuentos recogidos en
Samuel Johnson está indignado se dividen en dos tipos: los
microrrelatos, que pueden caer en lo banal, en el chiste, aunque
habrá quienes los encuentren sugerentes; y los relatos más largos,
en los que encontramos una serie de personajes siempre al margen,
sumergidos en sus propias paranoias.
Davis siempre proporciona
unas apropiadas dosis de humor, un humor extraño y chocante que deja
al lector en una tierra de nadie en el que el desconcierto se impone
sobre la historia. Es una lectura incómoda en la que tan pronto el
lector se rinde ante lo absurdo de lo narrado como se pierde ante las
extravagancias de sus personajes. Un libro diferente, pero diferente
en el sentido contemporáneo.
Editorial
Emecé
Traducción
de Víctor Úbeda
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