Aunque en apariencia La casa redonda cuenta una historia clásica, sería difícil
clasificarla en un género concreto. Al empezar su lectura parece que
entramos en el reconocible mundo de las novelas de formación, de la
estirpe de Mark Twain: años 80, un niño indio americano disfruta de
sus vacaciones cuando un terrible suceso pone su vida patas arriba.
Pero pronto Louise Erdrich
deja claro que las cosas no son tan sencillas. El libro se puede leer
también como una novela de misterio (hay un crimen y una
investigación); como una novela social (el racismo latente de la
sociedad); como una novela política (la incomprensible maraña
judicial que desencadena la tragedia); y también como una fábula
con un poderoso peso simbólico ya perceptible desde el título.
Erdrich tiene la habilidad
para combinar todos estos tonos sin que se produzca un efecto
pastiche. Su protagonista adolescente es creíble y su punto de
vista, situado en esa línea de sombra en la que un mundo totalmente
nuevo empieza a vislumbrarse, mantiene en todo momento la coherencia
y una perspectiva personal.
Editorial
Siruela
Traducción
de Susana de la Higuera Glynne-Jones
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