Cuando nos encontramos con
un autor olvidado, deslumbrante en su originalidad, inquietante en su
oficio, solemos decir que parece una invención de Borges. Pero con
May Sinclair los términos se invierten y la duda que nos surge es si
Borges no será una invención suya. Entre estos Cuentos extraños,
tan extraños como extraordinarios, nos encontramos junto a otras
sorpresas con una premonición de El Aleph en El hallazgo del
absoluto que no deja de ser sugerente.
La colección se abre con
Vida y muerte de Harriett Frean, que parece una introducción suave a
lo que está a punto de pasar. Pero en este relato ya encontramos los
rasgos característicos de Sinclair. Lo más llamativo y turbador es
penetrar en este mundo de bondad en el que precisamente la pureza
puede abrir las puertas de lo maligno. Esta impresión se manifiesta
más expresivamente todavía en La grieta en el cristal. En este y
otros cuentos Sinclair recuerda a Kipling, con estos cuentos
misteriosos en los que el lector nunca tiene toda la información,
donde la nebulosa y la perturbación se imponen a la comprensión
coherente.
En estas historias también
abundan los fantasmas. Pero no se trata de estos seres que pasan el
rato asustando, sino que mantienen sus pasiones humanas, ya sea para
entrometerse en la vida de los vivos haciéndoles sufrir (Si los
muertos supieran), impidiendo que se alejen (El obsequio) o ayudando
a sus propios verdugos (La víctima). Simbólicamente, los fantasmas
ejercen como la conciencia de los vivos, como un recordatorio, una
advertencia o un apoyo.
Una palabra que nunca
aparece en los cuentos pero que es clave en su interpretación es
“pecado”. El combate entre la formación ultra religiosa de
Sinclair y su ruptura con los dogmas produce un conflicto de
creencias de resultados chocantes. Por una parte esta el ímpetu de
libertad, la búsqueda de la felicidad y la belleza, y por otro la
mala conciencia, el pecado, las restricciones sociales. Pero en el
mundo maravilloso de Sinclair este desgarro es expuesto de una manera
tan personal como conmovedora.
Editorial
Alba
Traducción
de Amado Diéguez
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