Después de terminar
alguno de los cuentos que conforman El gran sueño del paraíso, el
lector se puede encontrar ante una duda filosófica: lo que me acaba
de contar Sam Shepard, ¿es muy profundo o muy banal? Porque algunas
de sus historias son tan ligeras, tan sutiles, tan abiertas, que
pueden dejar una sensación de falta de sustancia. En el cuento
moderno el lector tiene que poner mucho de su parte; al menos desde
Chéjov el concepto de cuento cerrado parece algo del pasado. Pero
una cosa es la insinuación y otra dejarlo todo en manos del lector.
Shepard es uno de esos
autores que nos podemos imaginar cuando personificamos al “autor
norteamericano”, en la estela de Hemmingway. Un hombre de las
praderas, hecho a sí mismo, con múltiples habilidades. Pero quizá
esta amplitud de oficios también difumina un poco su percepción y
embrolla la comprensión de su obra, lo que no tiene por qué ser
malo.
Los mejores cuentos de
esta selección son los que mantienen una estructura similar a una
escena de teatro. Abundan los diálogos sugerentes y una acción pausada en la que los personajes muestran sus conflictos, nunca de
manera explícita, sino que se dejan adivinar a través de
comentarios casi marginales y de un tono ligero. El mejor de todos
nos ha parecido el que da título al libro, una historia crepuscular
esta vez casi sin diálogos, pero en la que todo queda entendido.
Editorial
Anagrama
Traducción
de Eugènia Broggi
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