viernes, 8 de noviembre de 2013

El atlas de las nubes, de David Mitchell


A veces el lector de novela contemporánea se da cuenta de que casi todo lo que lee es lo mismo. Ni tan siquiera es que se ponga de moda una novela y se multipliquen los imitadores. Es que parece que las historias se han agotado y los escritores ya no dan más de sí. Entonces puede dejar de leer, puede renegar de la ficción y centrarse en ensayos, biografías y textos técnicos, o dejar pasar un tiempo y volver a la rutina. Pero lo mejor es descubrir novelas como El atlas de las nubes, que demuestran que todavía es posible la gran literatura.

Y no diremos que el libro de David Mitchell destaque por su originalidad. Al contrario, cada una de sus partes tiene unos referentes muy claros, una lista de influencias que alguien se entretendrá en señalar de una en una para su tesis doctoral. Pero, como se dice explícitamente en la novela, lo importante no es el qué, sino él cómo (y aunque esta misma frase parece muy manida, no deja de ser cierta).




Cada una de las partes que componen El atlas de las nubes parece una historia independiente. Desde un viaje en barco por los Mares del Sur en pleno siglo XIX hasta un mundo que ha regresado a su estado primitivo tras una debacle colosal. Pero Mitchell logra imbricar cada narración de manera sutil, con personajes o temas reiterados, de forma que el lector tiene que permanecer atento para no perderse ninguna de las pistas.

Así, la lectura de El atlas de las nubes devuelve un placer del que a veces nos olvidamos. Cada parte se disfruta de manera individual, gracias a la maestría de Mitchell para combinar géneros muy variados e imprimir a cada protagonista, que cuenta la historia en primera persona, un tono particular. Por cierto, que debemos destacar la labor de traducción de Víctor V. Úbeda, que sabe verter al español ese complicado coro de voces y que sale airoso del endiablado capítulo central.

Pero además de esta lectura fragmentada, el conjunto también tiene pleno sentido. Más allá del brillante juego de espejos y de la habilidad para hacer que una estructura tan compleja funcione, Mitchell tiene claro cual es el punto más importante del libro. Un concepto que sin embargo cada lector puede interpretar a su manera, sin necesidad de caer en una metafísica new age.


Editorial Duomo
Traducción de Víctor V. Úbeda

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