A veces el lector de
novela contemporánea se da cuenta de que casi todo lo que lee es lo
mismo. Ni tan siquiera es que se ponga de moda una novela y se
multipliquen los imitadores. Es que parece que las historias se han
agotado y los escritores ya no dan más de sí. Entonces puede dejar
de leer, puede renegar de la ficción y centrarse en ensayos,
biografías y textos técnicos, o dejar pasar un tiempo y volver a la
rutina. Pero lo mejor es descubrir novelas como El atlas de las nubes, que demuestran que todavía es posible la gran literatura.
Y no diremos que el libro
de David Mitchell destaque por su originalidad. Al contrario, cada
una de sus partes tiene unos referentes muy claros, una lista de
influencias que alguien se entretendrá en señalar de una en una
para su tesis doctoral. Pero, como se dice explícitamente en la
novela, lo importante no es el qué, sino él cómo (y aunque esta
misma frase parece muy manida, no deja de ser cierta).
Cada una de las partes que
componen El atlas de las nubes parece una historia independiente.
Desde un viaje en barco por los Mares del Sur en pleno siglo XIX
hasta un mundo que ha regresado a su estado primitivo tras una
debacle colosal. Pero Mitchell logra imbricar cada narración de
manera sutil, con personajes o temas reiterados, de forma que el
lector tiene que permanecer atento para no perderse ninguna de las
pistas.
Así, la lectura de El
atlas de las nubes devuelve un placer del que a veces nos olvidamos.
Cada parte se disfruta de manera individual, gracias a la maestría
de Mitchell para combinar géneros muy variados e imprimir a cada
protagonista, que cuenta la historia en primera persona, un tono
particular. Por cierto, que debemos destacar la labor de traducción
de Víctor V. Úbeda, que sabe verter al español ese complicado coro
de voces y que sale airoso del endiablado capítulo central.
Pero además de esta
lectura fragmentada, el conjunto también tiene pleno sentido. Más
allá del brillante juego de espejos y de la habilidad para hacer que
una estructura tan compleja funcione, Mitchell tiene claro cual es el
punto más importante del libro. Un concepto que sin embargo cada lector
puede interpretar a su manera, sin necesidad de caer en una
metafísica new age.
Editorial
Duomo
Traducción
de Víctor V. Úbeda
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