Según los propios
canadienses, Canadá es un país de escasa tradición literaria. Sin
embargo, con la figura de Robertson Davies como referente, en los
últimos años se ha convertido en una potencia de las letras, con
algunos de los autores más reverenciados del momento. Si Alice Munro
acaba de ganar un merecidísimo Nobel, Canadá también cuenta con
escritores de primera fila no estrictamente literarios, como Steven
Pinker, o con Margaret Atwood, en nuestra opinión otra de las más
destacadas autoras de la actualidad. Y eso solo por citar a dos
ejemplos de lo más heterogéneo.
La comparación entre
Munro y Atwood es inevitable, pero también innecesaria. Se podrían
encontrar multitud de vínculos entre los cuentos reunidos en Un díaes un día y los relatos de Munro, pero Atwood tiene una voz propia,
de hecho tiene un estilo inconfundible. Aquí no nos encontramos con
las fantasías distópicas de muchas de sus novelas ni con complejos
entramados narrativos, pero sí con fuertes personajes femeninos y
una descripción de la cotidianidad de una gran sensibilidad y
acierto en la captura de los detalles más reveladores.
El libro se divide en
Infancia, Madurez y Vejez, por lo que la presentación de los cuentos
no es cronológica. Pese a ello, no hace falta buscar el año de la
publicación de los relatos para ser consciente de su progresión. Si
en los primeros, aun contando con buenos personajes y con la
habilidad narrativa de Atwood, todavía no hay ese impulso que la
hace única. Será en los cuatro cuentos más reciente, a los que
podríamos añadir el que abre el libro, en los que demuestre toda su
fuerza evocadora y su capacidad para encandilar al lector.
El mundo de Atwood combina
la sordidez de la mediocridad con el vuelo poético de la esperanza.
No hay un estado de ánimo permanente, sino que los altibajos, como
en la vida, jalonan la experiencia de sus personajes. Abunda el
desengaño, la frustración, la sensación de pérdida. Pero hay algo
en su estilo que evita la lamentación y contagia una sensación de
plenitud. Y eso es lo que hace de Atwood una escritora diferente a
cualquier otra.
Editorial
Lumen
Traducción
de Eduardo Murillo, Víctor Pozanco y Alejandro Palomas
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