Algunas de las mentes
científicas más brillantes de la actualidad han dedicado sus
estudios (y un buen puñado de libros) al complejo tema de la
consciencia. Desde lo básico (¿es tan siquiera posible estudiar la
mente... mediante la mente?) hasta sus consecuencias más
trascendentales (¿hay algo en el funcionamiento de la consciencia
que vaya más allá del conocimiento científico?), parece que el
estudio de la mente es una de las cuestiones que están llamadas a
concentrar el debate intelectual del siglo XXI.
Pinker, Damasio, Dennet,
Searle... Todos han escrito libros en los que dan su propia visión
del tema. El lector los lee con curiosidad, a veces superando grandes
dificultades de comprensión... y normalmente acaba dando la razón
al autor. El problema es que cada uno de ellos llega a conclusiones
diferentes. Son tan brillantes y convincentes que siempre parecen
estar en lo cierto, pero es imposible estar de acuerdo con todos
ellos. Y lo más curioso es que, al final, todos estos teóricos
suelen acusar a sus contrincantes de caer en la falacia del fantasma
en la máquina que ninguno de ellos dice sostener.
Uno de los científicos
más controvertidos en este campo es Roger Penrose. Tras el éxito de
La nueve mente del emperador, escribió Las sombras de la mente, en
el que desarrolló sus ideas. Si en la primera parte explica su
rechazo total a la teoría computacional (el cerebro es básicamente
una gran computadora) y a la Inteligencia Artificial fuerte (la idea
de que en un momento más o menos próximo los robots superarán en
inteligencia a los humanos), en la segunda parte del libro trata de
dar una explicación matemática basada en la física cuántica para
explicar el funcionamiento de la mente.
Penrose, un admirado
físico matemático, posee una base científica incuestionable que le
ha situado como adalid de una determinada posición, pero también
como objeto de numerosas críticas. Sus libros son complicadísimos
de leer (él mismo advierte de las partes que un no especialista (un
no muy especialista, de hecho) puede saltarse). Y puede transmitir la
sensación de que dominio de la física cuántica le ha valido para
arropar una teoría difícilmente rebatible. Pero no ha sido
suficiente. La disputa continúa.
Editorial
Crítica
Traducción
de Javier García Sanz
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