12
-Estos
malditos franceses nos pueden echar toda la operación abajo.
-Ya
les hemos dejado claro que no deben intervenir.
-Por
supuesto, pero no me fío ni un pelo de ellos. O bien se las dan de
héroes para llevarse el mérito, o lo que es más probable, meten la
pata.
-Ese
Millot parece de fiar. Sabe que lo que hay detrás es mucho más
gordo y que será mejor que no hagan nada.
-¿Cuánto
tiempo llevamos con esta operación? ¿Cinco meses?
-En
realidad seis, desde que tuvimos conocimiento de que Yurov estaba
relacionándose con quien no debía.
-Y
ahora que ya lo tenemos todo preparado para atraparle va ese estúpido
de Soyenko y se olvida el portátil en casa de su novia.
Aficionados... De todas maneras, esto me huele mal desde el
principio. Vamos a tener que andarnos con mucho ojo.
-Guillaume
está en el centro de operaciones, nos mantendrá informados en todo
momento si alguien decide salirse del camino indicado.
-Y
para colmo ahora también se han metido de por medio los ingleses. ¿A
quién tenemos con ellos?
13
Después
de que Ronet se marchara, un agente invitó a Helen y Tom a que le
acompañaran. Les llevaría a un hotel cercano donde pasarían lo que
quedaba de noche antes de que a las seis de la mañana empezara a
organizarse el operativo. Ellos cada vez comprendían menos y el
sistema francés les parecía improvisado y chapucero, lo que
confirmaba sus previas apreciaciones. Una vez se quedaron solos, Tom
cogió un cuaderno y después de escribir unas frases se lo enseñó
a Helen sin decir nada.
Por
muy inútiles que sean, supongo que habrán puesto micrófonos en la
habitación, será mejor que nos comuniquemos por escrito.
Helen
asintió y Tom volvió a escribir.
Tengo
un contacto en la ciudad y prefiero que me confirme los puntos
oscuros de todo este jaleo antes de iniciar la misión.
Helen
volvió a asentir.
No
hay manera de que salga de aquí sin que se enteren, pero me las
apañaré para que no me sigan. Lo único que tendrás que decirles
cuando vengan a preguntarte es que tú no sabes nada de mis planes.
Intentaré ponerme en contacto contigo en cuanto sepa algo.
A
Helen no le quedó más remedio que encogerse de hombros y dar su
visto bueno de manera tácita. Tom arrancó la hoja que había usado
y la tiró al váter. Después salió con la mayor tranquilidad de la
habitación sin ver a nadie. Cogió el ascensor y en dos minutos
cruzó la puerta del hotel sin apreciar que nadie le estuviera
siguiendo. Una vez más se preguntó si los franceses eran muy buenos
o unos incompetentes totales.
Tampoco
tuvo muchas dificultades para conseguir un coche. En el garaje del
hotel sólo había un vigilante que ni tan siquiera le miró cuando
pasó por delante de su garita, y el Renault que eligió para llevar
a cabo su excursión no cumplía los mínimos requisitos de seguridad
necesarios para resistirse a las tentativas de un agente de los
servicios de inteligencia británicos.
Durante
su trayecto hacia el centro de París, Tom planeó el mejor método
de llegar a Rashid sin levantar sospechas. Si estaba sólo en su
estudio de Les Halles, no habría ningún problema, pero hacía meses
que no estaba en contacto con él y no sabía cuáles podrían ser
las circunstancias actuales. Ni tan siquiera tenía un protocolo de
emergencia para ponerse en contacto con él en caso de emergencia.
Rashid
era en realidad el confidente de Gortiz, el especialista en
terrorismo islámico con base continental de la Sección Especial, y
Tom sólo se había puesto en contacto con él cuando los caminos de
sus respectivos terroristas se habían cruzado. Según Gortiz, era de
la máxima credibilidad, y si algo gordo se estaba preparando en
París con el FLI de por medio, seguro que tendría que saberlo.
No
le quedaba otra que arriesgarse, así que envió un sms al número de
Rashid en el que simplemente escribió “de visita desde Londres”,
esperando que Rashid comprendiera que algo estaba pasando.
Pasaron
diez minutos sin que obtuviera respuesta y Tom ya se estaba
planteando presentarse de improviso en el apartamento de Rashid,
cuando su móvil empezó a sonar.
-¿Quién
eres?
-Pierre
-contestó Tom dándole el nombre por el que Rashid le conocía.
-¿Te
has vuelto loco? Fuisteis vosotros mismos quienes me enseñasteis que
nunca hiciera algo así.
-Lo
sé, pero estoy en una situación en la que no podía hacer otra
cosa. ¿Podemos vernos de inmediato?
La
línea se mantuvo en silencio durante unos instantes.
-Está
bien. Supongo que a estas alturas lo mejor será que vengas
directamente a mi casa. ¿Recuerdas dónde vivo?
-Sí.
Por supuesto estás sólo...
Y
Tom ya sólo pudo escuchar el bip que le indicaba la interrupción de
la comunicación.
14
-Eres
consciente de que has puesto en peligro no sólo mi tapadera, sino mi
seguridad e incluso me vida. Espero que estés aquí por algo
realmente importante.
Tom
no sólo comprendía que había roto todos los protocolos, que se iba
a ganar una buena reprimenda cuando sus jefes se enterraran de lo que
había hecho y que realmente podía estar poniendo la vida de Rashid
en peligro, sino que además no estaba muy convencido de que el paso
que había decidido dar mereciera la pena. Sin embargo eso no podía
decírselo a Rashid.
-Claro
que soy consciente. Y no habría venido hasta aquí si la situación
no fuera de extrema gravedad. No tenemos mucho tiempo, así que iré
al grano. ¿Sabes qué está preparando el FLI?
Rashid
miró a Tom entornando los ojos, como si calibrara el estado de su
salud mental.
-¿Y
piensas que si supiera algo importante no me habría puesto ya en
contacto con Gortiz?
Tom
dio la razón a Rashid mediante su lenguaje corporal. Ante todo
quería que se tranquilizara y que confiara en él.
-Escucha,
sabemos que el FLI está a punto de hacer una importante compra de
armas a un traficante ruso y que el acuerdo se sellará dentro de
unas horas aquí mismo, en París. Muchas cosas se han tenido que
estar moviendo delante de tus narices, así que no me vengas con que
no sabes nada.
-¿Tienes
la menor idea de la cantidad de rumores que oigo al cabo del día?
-dijo Rashid cada vez más enojado-. Si le contara a Gortiz cada
bavarde que me llega, tendría que estar todo el día
pendiente de mí. Por eso me limito a enviarle un informe mensual.
-¿Y
no te parece que esta reunión es lo suficientemente importante como
para informarnos de inmediato? -Tom no se iba a dejar apabullar ante
la furia de los dos metros de puro músculo de Rashid.
-Algo
había oído -dijo Rashid ya más tranquilo-. Pero a esos del FLI
nadie los toma en serio. Pregúntale a Gortiz, porque seguro que
todavía no lo has hecho. Son un grupito de aficionados que se
conformarían con que alguien más allá de la gendarmería les
conociera. Además, uno, ni de casualidad tienen tanto dinero o
recursos como para hacer una operación de esta envergadura; y dos,
están tan infiltrados por la DGSE que no podrían ni enviar una
carta al Presidente sin que cayera la mitad del grupo en Francia.
Tom
no podía asimilar estas noticias sin sentarse. Toda la información
que había recibido en las últimas dos horas había sido débil,
contradictoria y misteriosa. Ahora incluso empezaba a preguntarse por
qué le habían elegido a él para realizar la misión junto a Helen.
Ni el terrorismo islámico ni el tráfico de armas ruso eran su
especialidad, y parecía que su experiencia como agente de campo
tampoco había sido reclamada por los franceses.
-¿No
tienes alguna pista de a qué viene todo esto? -dijo sin resignarse a
irse del estudio de Rashid sin respuestas-. La DGSE ha puesto el
máximo nivel de alerta. Si nos han avisado hasta a nosotros, ya te
harás una idea de lo importante que les parece. Y sin embargo dices
que el grupo está totalmente infiltrado. No tiene ningún sentido.
Rashid
decidió imitar a Tom y también tomó asiento. Después de encender
un cigarrillo, iluminando la habitación por primera vez desde que
Tom había llegado, decidió volver a hablar.
-¿Quién
está al mando de la operación?
-André
Millot.
-Cómo
no. ¿Y qué os han dicho los americanos?
-Según
los franceses, están totalmente la margen.
-Seguro,
y a mí me van a hacer ministro del Interior pasado mañana. El
traficante ruso... ¿se llama Yurov?
Tom
volvió a ponerse de pie ante la perspectiva de estar avanzando en la
nueva dirección.
-¿Cómo
lo sabes...?
Justo
en ese instante un fuerte golpe se adelantó al derribo de la puerta
del estudio de Rashid. Tom se lanzó por instinto detrás del sillón
en el que había estado sentado hasta un momento antes, pero Rashid
no tuvo su misma agilidad y fue el primer blanco que los asaltantes
eligieron para descargar sus armas. En menos de un segundo Tom repasó
sus limitadas posibilidades y decidió lanzarse por la ventana que
tenía detrás de él. Se encontraba en un segundo piso, pero sin
duda tenía más posibilidades de salir vivo tirándose por la
ventana que si decidía quedarse a discutir con los asaltantes. No
tuvo ni un segundo para calibrar pros y contras.
La
caída fue estrepitosa, pero Tom no tenía tiempo para lamentaciones.
Tras comprobar que no se había roto ningún hueso en la caída, Tom
salió corriendo en busca del primer coche que no se hiciera el duro
ante sus intentos de intimar. Tuvo suerte y encontró una réplica
del Renault que le había llevado hasta allí antes de que los
asaltantes hubieran alcanzado la calle. Bendito chovinismo francés.
Sin mirar atrás, Tom se dirigió a toda velocidad al hotel en el que
había dejado a Helen.
15
-¿Qué
ha pasado?
-El
árabe ha caído, pero el inglés ha logrado escaparse.
-¡Qué
me estás contando! ¿Cómo es posible que haya huido de esa
ratonera?
-Simplemente
saltó por una ventana. Después le perdimos la pista.
-Habrá
ido hacia el hotel. No podemos permitir que salga con vida, es parte
del trato.
-¿Quiere
que me ponga en contacto con los chicos de arriba? Lo harían barato
y sin preguntar.
-Claro,
precisamente lo que necesitamos es una pandilla de matones baratos
para que nos hagan el trabajo sucio. Lo que quiero es que te ocupes
personalmente y que esta vez no falles.
16
Tom
alcanzó la habitación del hotel en la que le esperaba Helen
magullado y con un agudo dolor en cada costado de su cuerpo. Cuando
su colega le vio no pudo evitar lanzar un grito de alarma, pero él
la tranquilizó con un gesto que quitaba hierro a su penoso aspecto.
-Parece
que me he caído de un tercer piso, ¿eh? Bueno, no exageremos, sólo
era un segundo.
-Pero,
¿estás bien? ¿Qué ha pasado?
A
Tom ya no le importaba que los franceses escucharan lo que pudiera
decir. De hecho, su principal sospecha sobre la responsabilidad de lo
que había pasado recaía en ellos.
-Fui
a ver a un buen amigo de G. y cuando estaba a punto de contarme algo
importante, un grupo de liquidadores armados hasta las cejas entró y
empezó a disparar a mansalva. No me quedé allí el tiempo
suficiente para asegurarme de que le hayan matado, pero no tengo
muchas esperanzas de que nos pueda seguir ayudando.
-Mierda,
parece sacado de una película -dijo Helen, que no estaba tan
acostumbrada a la acción como su compañero-. Entonces ¿no te pudo
decir nada?
-No
demasiado. Al principio no se tragaba que el FLI pueda estar metido
en un asunto tan gordo, pero cuando salieron los nombres de Millot y
Yurov pareció hacer alguna conexión.
-¿Y
qué crees que deberíamos hacer ahora?
-Admito
cualquier sugerencia.
Los
dos se quedaron en silencio sin que ninguna idea acompañara sus
reflexiones. Helen comenzó a retorcerse los dedos como sólo hacía
cuando se encontraba en situaciones realmente extraordinarias. Tom se
apretaba las sienes con tal fuerza que parecía a punto de hundir sus
dedos en la carne. Ninguno de los dos había vuelto a articular
palabra cuando alguien llamó a la puerta de la habitación. Tom
pidió con un gesto a Helen que no dijera nada y se acercó a la
puerta con una pistola en la mano. Tras escrudiñar por la mirilla
con la mayor precaución, abrió la puerta sin soltar el arma.
-¿Qué
estas haciendo? -le preguntó Ronet sin apartar la mirada de la
pistola.
-Supongo
que a ti también te enseñarían eso de que no hay que fiarse de
nadie. Pues bien, yo siempre sigo los buenos consejos que me dan.
-¿Es
que no te fías de mí? ¿Estás totalmente loco? -dijo Ronet
alarmado
-No,
sólo que cuando unos desconocidos me disparan sin respetar la más
mínima consideración y tengo que lanzarme por una ventana para
escapar, suelo volverme susceptible.
-¿Se
puede saber de qué demonios estás hablando?
-Está
bien, haremos como si.
Y
Tom contó nuevamente su aventura nocturna ya un poco cansado del
relato. Mientras hablaba, pensaba en la cantidad de veces que tendría
que repetir todo otra vez cuando volviera a Londres. Al menos allí
podría adornarse un poco y detallar cómo noqueó a alguno de los
asaltantes, o su pericia para escapar sin sufrir ningún rasguño.
Cuando
Tom terminó el relato, Ronet sacó su móvil (con movimientos muy
lentos y dejando claro a Tom que no corría ningún peligro) e hizo
una corta llamada.
-Veamos
-dijo tras colgar-. Me acaban de confirmar que ha habido un tiroteo
en Les Halles y que han encontrado el cadáver de Rashid Hassen, un
ratero sin relevancia. No nos consta que esté a vuestro sueldo, pero
asumiremos que es verdad. Ahora me tendrás que explicar qué
pretendías con tu excursión.
-No
estaría mal que me explicaras tú primero cómo es posible que nos
dejéis sin vigilancia y que pueda escabullirme de aquí como si tal
cosa.
Ronet
miró a Helen, pero lo que pretendía era, de nuevo, cuestionar la
salud mental de Tom.
-¿Es
que acaso no sois nuestros aliados? ¿Por qué íbamos a vigilaros?
-Por
favor, Ronet, que no somos unos novatos -dijo Winder cansado de las
imposturas de Rone-. Por muy aliados que seamos, si tu estuvieras en
Londres no te dejaríamos ni un segundo sin vigilancia justo unas
horas antes de iniciar una operación trascendental.
-Supongo
que tenemos diferentes estilos.
-En
cualquier caso -intervino Helen-, ¿para qué has venido a vernos?
Ronet
aprovechó para dar por anotado el incidente de Tom y volvió a
centrarse en Helen.
-Uno
de nuestros infiltrados en el FLI se ha puesto en contacto con
nosotros.
-Ah,
¿entonces ahora tenéis infiltrados en el FLI? Interesante.
Ronet
no hizo caso del sarcasmo de Tom y volvió a hablar dirigiéndose
exclusivamente a Helen.
-Este
contacto nos ha confirmado que el representante de la organización
designado para firmar el acuerdo con Soyenko ya está en Francia.
-¡Grandes
noticias!
Esta
vez Ronet sí que miró a Tom.
-A
lo mejor también te alegra conocer el nombre del representante.
-Me
tienes en ascuas.
-John
Harker.
Al
oír el nombre, el dolor que parecía habérsele pasado en los
últimos minutos gracias al analgésico que se había tomado, volvió
con mayor intensidad que nunca a los huesos de Tom.
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