martes, 5 de noviembre de 2013

Purga, de Sofi Oksanen


Nadie adivinaría que una novela como Purga está basada en una obra de teatro. Más allá de los saltos narrativos entre lugares y espacios distantes, que se pueden resolver escénicamente a través de variados trucos, no hay nada menos teatral que las detalladas descripciones en las que Sofi Oksanen demuestra su vuelo literario, o que esas breves escenas que estructuran la novela y que en una obra de teatro cortarían la acción de manera precipitada.

Estas características puramente novelísticas certifican que la adaptación de Oksanen no fue una táctica oportunista para aprovecharse de su éxito teatral, sino que necesitaba contar la misma historia por otros medios que le permitieran una expansión, una mayor profundización en sus personajes y sus historias. Y su logro es digno de admiración.





Pese a contar una historia que podría caer en lo sensacionalista, y sin privarse de describir momentos durísimos, Oksanen evita el amarillismo, el morbo. Cuando tiene que recurrir a la elipsis lo hace con elegancia, de la misma manera que cuando tiene que ser cruda no evita ningún detalle. Por otra parte, su dominio de tensión es admirable, sabe cómo contar una historia compleja en puntos de vista, espacios temporales y diversidad de tramas con una gran habilidad para encajar todas las piezas.

Tras haber jugado sus cartas de una manera tan brillante, el final puede parecer algo precipitado, un final en el que al lector se le escamotea una parte esencial de la historia. Pero esta también es parte de la apuesta de Oksanen, que no quiere historias cerradas y conclusiones gratificantes. Hay una parte de lo que pasó que nunca conoceremos. Y el autor no puede hacer nada por remediarlo.


Editorial Salamandra
Traducción de Tuula Marjatta Ahola Rissanen y Tomás González Ahola

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