Nadie adivinaría que una
novela como Purga está basada en una obra de teatro. Más allá de
los saltos narrativos entre lugares y espacios distantes, que se
pueden resolver escénicamente a través de variados trucos, no hay
nada menos teatral que las detalladas descripciones en las que Sofi Oksanen demuestra su vuelo literario, o que esas breves escenas que
estructuran la novela y que en una obra de teatro cortarían la
acción de manera precipitada.
Estas características
puramente novelísticas certifican que la adaptación de Oksanen no
fue una táctica oportunista para aprovecharse de su éxito teatral,
sino que necesitaba contar la misma historia por otros medios que le
permitieran una expansión, una mayor profundización en sus
personajes y sus historias. Y su logro es digno de admiración.
Pese a contar una historia
que podría caer en lo sensacionalista, y sin privarse de describir
momentos durísimos, Oksanen evita el amarillismo, el morbo. Cuando
tiene que recurrir a la elipsis lo hace con elegancia, de la misma
manera que cuando tiene que ser cruda no evita ningún detalle. Por
otra parte, su dominio de tensión es admirable, sabe cómo contar
una historia compleja en puntos de vista, espacios temporales y
diversidad de tramas con una gran habilidad para encajar todas las
piezas.
Tras haber jugado sus
cartas de una manera tan brillante, el final puede parecer algo
precipitado, un final en el que al lector se le escamotea una parte
esencial de la historia. Pero esta también es parte de la apuesta de
Oksanen, que no quiere historias cerradas y conclusiones
gratificantes. Hay una parte de lo que pasó que nunca conoceremos. Y
el autor no puede hacer nada por remediarlo.
Editorial
Salamandra
Traducción
de Tuula Marjatta Ahola Rissanen y Tomás González Ahola
No hay comentarios:
Publicar un comentario