Si en la anterior entrega
de la serie de Bernie Gunther, el detective berlinés visitaba Cuba
(tras su previa excursión argentina), en Praga mortal, la octava
entrega, nos lo encontramos de nuevo en la capital nazi, en el año
1941, y volvemos a toparnos con Heydrich, que ya fue un personaje
central de Pálido criminal, la segunda entrega... En realidad poco
importa todo este embrollo, porque lo cierto es que tras el pequeño
fiasco de Una llama misteriosa, Philip Kerr ha recuperado el pulso.
Al principio parece que
Praga mortal va a ser una novela de espías. Se recupera el escenario
berlinés, como decíamos, y también ese tono negrísimo y sucio que
caracteriza la serie de Bernie. Pero enseguida descubrimos una trama
de infiltrados extranjeros, maletines misteriosos y mujeres fatales
(el título original juega con el tópico de la femme fatal).
Sin embargo, a las 100
páginas el estilo da un giro inesperado. Bernie se traslada a Praga,
invitado por Heydrich, y tras la presentación de los personajes se
inicia lo que parece ser una novela completamente diferente: la
clásica historia del asesinato en una habitación cerrada. A lo
largo del libro se cita varias veces a Agatha Christie, y parece que
Kerr ha querido homenajear a la escritora invadiendo su terreno. Solo
al final del libro la historia de espías y la investigación
criminal se fundirán.
Pese a que el juego de
pistas e interrogatorios calca el estilo de las novelas de Poirot,
obviamente la atmósfera es muy diferente. En Praga mortal no hay
aristócratas que toman el té y que civilizadamente admiten su culpa
cuando el detective les desenmascara. Aquí hay asesinatos a sangre
fría, torturas, traiciones, mucha mugre. Ya sabemos que Kerr domina
como nadie este terreno y su facilidad para la frase punzante y la
descripción amarga no tienen comparación. De vuelta a Europa,
Bernie recupera su garra.
Editorial
RBA
Traducción
de Alberto Coscarelli
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