En la contraportada de El ángel rojo se previene de su lectura a quienes padezcan
“enfermedades cardíacas”. El aviso es pertinente, pero creemos
que sería más adecuado poner en alerta a quienes padezcan de
estómago delicado: si en el cine es normal apartar la mirada de la
pantalla en las escenas más truculentas, en este caso habrá que
saltarse algunas líneas cuando la cosa se ponga especialmente
desagradable.
Está claro que FranckThilliez no piensa que insinuar sea mejor que mostrar, o que la
descripción del horror tenga un límite. Él prefiere sumergirse en
el lodo, llenar sus libros de vísceras, órganos y mucha sangre. Y
arrastrar consigo al lector. No se ahorra ningún detalle, no se
amilana ante las descripciones más minuciosas de la carnicería. Él
no mira hacia otro lado. Será responsabilidad del lector decidir
hasta dónde está dispuesto a llegar.
El ángel rojo es el
primer libro de la serie protagonizada por Franck Sharko, pero
Thilliez no se detiene en presentaciones. Desde el principio impone a
la narración una velocidad de vértigo, en la que se suceden
espantosas escenas de crímenes, personajes que cuanto más lejos
mejor, y una investigación criminal que solo avanza aparentemente,
pues cada paso adelante no es más que un acercamiento al abismo.
Con las prevenciones
debidas y el peligro del morbo difuminado por una moral individual,
la novela se puede leer como un entretenimiento puro y duro, de
lectura incandescente. Cada cual puede decidir si de entre tanto
horror se debe sacar una conclusión sobre la violencia en la
sociedad y el peligro cada vez más extendido de que las
comunicaciones faciliten el crimen, o si se queda con la adrenalina
puramente literaria. También en este caso se trata de una cuestión
de tripas.
Editorial
Marlow
Traducción
de Martine Fernández Castaner
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