Sinopsis: A Howard, un
empleado de unos 30 años con una leve neurosis, se le rompen los
cordones del zapato y aprovecha la hora del almuerzo para ir a
comprar unos nuevos.
Perfecto, ya tenemos el
punto de partida, ¿y ahora qué?
No, no me he explicado
bien. Eso es todo.
Suponemos que los editores
se volverían locos por publicar una novela como La entreplanta. Un
libro con ausencia absoluta de acción. Un libro que es un monólogo
mental en el que el protagonista se entretiene páginas y páginas en
analizar la evolución de las pajas para refrescos. Un libro
construido a base de meandros que no llevan a ninguna parte.
Por suerte, alguien tuvo
la lucidez de descubrir que la escritura de Nicholson Baker ofrecía
algo diferente, un desafío no apto para todos los gustos, pero que a
quien consigue conquistar, le mantendrá fascinado hasta el final de
una peripecia en apariencia tan insulsa como, en el fondo, tan
cercana a cualquiera de nosotros.
Baker evita la lectura lineal haciendo uso de diversos recursos narrativos, el más llamativo de los cuales es la utilización de extensísimas notas al pie que parecen una invitación o pasar de página, pero en las cuales se encuentran algunos de los hallazgos más iluminadores y divertidos del libro. También evita cualquier comparación cuando mezcla una nostalgia "prefabricada" con una fascinación por la tecnología en principio muy poco literaria, pero que configura un nuevo medio de evocación.
La entreplanta puede
parecer un libro más europeo que americano, con su delectación por
el ensimismamiento y el recurso permanente a la digresión. Un viaje
que no lleva a ninguna parte, que ni tan siquiera es erudito, sino
abiertamente pedestre. Baker, en su primera novela, no quiso
someterse a ninguna exigencia comercial, ni hizo ninguna concesión
al lector. Apuesta arriesgada, pero que salió ganadora: aquí
tenemos a un autor muy personal del que será difícil despedirse.
Editorial
Alfaguara
Traducción
de Miguel Martínez-Lage
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