Con
libros como Dios no es bueno siempre se plantea la misma cuestión:
¿es realmente necesario? Porque los convencidos solo encontrarán en él reafirmación en lo que ya piensan, mientras que las personas a
las que realmente debería ir dirigido es poco probable que se
acerquen a él. Pero en realidad ensayos como este de Christopher Hitchens son vitales. En sus propias palabras: «“Conócete
a ti mismo”, decían los griegos proponiendo con discreción los
consuelos de la filosofía. Para aguza la mente para este proyecto se
ha vuelto necesario también conocer al enemigo... y disponerse a
combatirlo».
Y
vive... Y vaya si Hitchens conocía al enemigo. Con una dedicación
que solo un ateo puede permitirse, el autor se convirtió en un
experto de multitud de religiones (que él mismo experimento en su
propia carne por diversos motivos), por lo que sus ataques no caen en
la superficialidad ni la emoción, sino que son perfectamente
racionales. Las refutaciones a la religión pueden parecer tan
conocidas y obvias como en apariencia ineficaces, pero Hitchens
siempre encontraba un nuevo giro, una contundencia sin réplica. Y su petición no era descabellada: que cada uno haga con sus dioses lo que quiera, pero, por favor, que nos dejen en paz a los demás.
Porque,
en realidad, la beligerancia hacia los horrores provocados por la
religión siempre suele caer en la moderación y en un mal entendido
“respeto”. Así, cuando algún criminal actúa movido
explícitamente por motivos religiosos, siempre habrá quienes, con
la mejor intención, busquen explicaciones sociológicas, culturales
o políticas. Por ejemplo, en una de las mayores barbaries de los
últimos tiempos, las matanzas de Ruanda, siempre se ha hablado de
conflictos étnicos, pero el importante papel que tuvo la Iglesia en
el desarrollo de las masacres casi nunca se ha puesto de relieve.
Es
sabido que Hitchens era un escritor extraordinario, y si la fuerza de
sus razonamientos no fuera suficiente, además cuenta con su prosa
cautivadora. En ningún momento, ni cuando la cosa se pone más
seria, deja de lado el humor (que es uno de los recursos que más
nerviosos ponen a los fanáticos). Hitchens fue un hombre valiente,
independiente y comprometido en el mejor de los sentidos. En días
como este se le echa de menos más que nunca: su voz siempre defendía
el imperio de la razón, la libertad y del progreso. Por supuesto que Dios no es
bueno es un libro necesario.
Editorial
Debate
Traducción
de Ricardo García Pérez
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