Leemos
en una entrevista a Philip Kerr que él mismo se pregunta si no habrá
escrito demasiadas novelas de Bernie Gunther. Después de nueve
libros protagonizados por este detective berlinés parece una
cuestión pertinente. Pero si el atractivo de la serie hace que una y
otra vez volvamos a caer en sus garras, después de leer Un hombre sin aliento queda claro que todavía hay Gunther para rato.
Porque
después de unos cambios de latitudes que no le sentaron demasiado
bien a Bernie, ya en Praga mortal percibimos que Kerr había vuelto a
la buena senda, en la que podíamos reconocer el mundo personal y
abrumador que con tanto esfuerzo había creado. Y ahora, con Un
hombre sin aliento, se confirma la recuperación de las esencias que
han hecho de Gunther uno de los personajes más carismáticos de la
novela negra contemporánea.
La
trama vuelve a ser tan enrevesada que no vendría mal un listado de
dramatis personae, y los acontecimientos históricos tan
desbordantes que Kerr vuelve a superar los límites de la literatura
de género con planteamientos mucho más ambiciosos. En este caso
Gunther se verá en medio nada menos que de la investigación de la
masacre de Katyn y de diversos complots para el asesinato de Hitler,
todo ello sazonado con unos cuantos crímenes sin sentido,
desapariciones misteriosas y apariciones no menos sorprendentes.
Nadie
discute la habilidad de Kerr para moverse en estos complejos
entramados con soltura. Pero es cierto que a veces, entre tantos vons
y tantas tramas paralelas en apariencia independiente, el lector
puede perder pie. Solo que Kerr se las arregla para que al final todo
tenga sentido. El autor parece disfrutar no solo mareando al lector,
sino planteándose a sí mismo retos de casi imposible resolución;
pero, al igual que su protagonista, siempre alcanza la mejor
solución.
Quizá
lo más atractivo de toda la serie sea el nebuloso campo moral en el
que se juega la partida. Y en Un hombre sin aliento este mundo
absurdo y patético, en el que ya no hay principios inamovibles ni
hombres buenos, queda reflejado de manera magistral. Gunther tiene
que conciliar su naturaleza justa con un entorno en el que es
imposible actuar de manera honrada e incluso el asesinato de un
inocente puede parecer justificado. Para Kerr no hay decisiones
sencillas, acciones inevitables ni personas inmaculadas.
Como
curiosidad, resulta llamativo que un escritor como Philip Kerr, tan
bien documentado y habitualmente preciso tanto en aspectos históricos
poco conocidos como en descripciones sociales y culturales de todo
tipo, en Un hombre sin aliento cometa el error de confundir el
catalán con el euskera (un personaje tiene tal don para las lenguas
que incluso aprende catalán “algo que casi nadie es capaz de
hacer”). Pero incluso este fallo no viene mal para relativizar las
cosas.
Editorial
RBA
Traducción
de Eduardo Iriarte Goñi
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