Se suele decir que es
mejor no conocer en persona a un ídolo, porque lo más probable es
que el mito se venga abajo. A los seguidores de Morrissey (no a sus
apóstoles, que están más allá del bien y del mal) quizá sería
apropiado aconsejarles que ni tan siquiera se acerquen a su
Autobiografía: su letanía de reproches, acusaciones y pellizcos de
monja le retratan como un quejica con el que parecería difícil no
ya convivir, sino mantener una conversación.
La primera parte del libro
retrata una infancia dickensiana en un Manchester decrépito y sin
escapatorias. Probablemente sea la parte más honrada del relato, en
la que podemos ver al Morrissey persona antes de que se viera
atrapado por su personaje. Ya alcanzada la celebridad, Morrissey sin
embargo opta por centrarse en una sucesión de encuentros con famosos
(conocí a tal, conocí a pascual), que suelen acabar mal, y que
muchas veces ni tan siquiera se refieren a gente realmente relevante
(pese a que él los califique como “estrellas mundialmente
famosas”, muchos serán desconocidos para el público no
anglosajón).
De lo que no cabe ninguna
duda es no solo de que Morrissey ha escrito el libro, sino de que
tampoco ha admitido ninguna enmienda. Solo así se justifica el largo
capítulo sobre su pleito con Mike Joyce, batería de los Smiths,
episodio que solo le interesa a él y al que sin embargo dedica casi
tanto espacio como a la propia trayectoria de los Smith, desde su
inicio hasta su desaparición. Otra molesta costumbre de Morrissey es
su necesidad de detallar la posición que alcanzó en las listas de
más vendidos cada uno de sus discos... y de sus sencillos. Tampoco
se olvida de precisar el número de entrada vendidas en los
conciertos de sus exitosísimas giras.
Pero por muy cargante y
llorón que sea Morrissey, como pasa con su música, hay algo que
impele a leerle. Hay que tener mucha confianza en uno mismo para
presentarse con tanto descaro, para situarse en el centro del
universo sin pudor. Y la redención ante este egotismo viene en su
sentido del humor: sí, es un tío insoportable, pero lo que nos hace
reír.
Editorial
Penguin
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