Aunque los libros
posmodernos se la suelen dar de listos y supuestamente exigen un
lector atento y preparado, en realidad lo común es que sean
artefactos banales dirigidos a consumidores perezosos. Tras mucho
artificio y fuegos artificiales, con solo rascar un poco en la
superficie, lo que se encuentra son bobos juegos autosatisfactorios
sin talento ni originalidad. Así que, pese a las apariencias, La contabilidad privada de Christie Malry no debe de ser un libro
posmoderno.
Para empezar, B. S. Johnson
es un gran conocedor de la tradición literaria, y en La contabilidad
se pueden rastrear las huellas de autores de hace más de 300 años,
pero no con un ánimo plagiador, sino con la conciencia de que ya
(casi) todo está escrito y que es necesaria una vuelta de tuerca más
para que la literatura siga viva. Lo curioso es que si Johnson ataca
la novela clásica, la moldeada en el XIX, al final parece tener que
admitir su legado, aunque sea a regañadientes.
Johnson postula de manera
explícita en La contabilidad que la novela moderna debe ser
“divertida, brutal y corta”, y se atiene a estos principios.
Divertida lo es de principio a fin, a través de la exageración, la
ruptura de normas (más sociales que literarias, de hay que no se
pierda en la bromita para iniciados), y a una inventiva siempre capaz
de descolocar al lector. También es brutal en su frialdad, esa que
provoca incomodidad por la propia flaqueza ante el humorismo más
salvaje. Lo de corta puede parecer un objetivo fácil, pero ya se
sabe que hace falta mucho tiempo para poder condensar. Es más
sencillo escribir 100 páginas superfluas que una redonda.
Sería oportunista decir
que B. S. Johnson fue un adelantado a su tiempo. En realidad, muchos
autores menos talentosos de la corriente vanguardista tuvieron un
enorme éxito en los años 60 y 70. Quizá tengamos que conformarnos
con atribuir su escasa repercusión a la mala suerte. Y, por otra
parte, alegrarnos de la enorme fortuna que hemos tenido de poder
asistir a su renacer. No deberíamos desaprovecharla.
Editorial
Libros del Silencio
Traducción
de Marcelo Cohen
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