jueves, 30 de enero de 2014

La hoja plegada, de William Maxwell


A la hora de acercarse a la obra de William Maxwell, suponemos que sus contemporáneos no podían obviar su condición como editor, “El” editor. Incluso hoy en día, lo primero que se comenta sobre su biografía es su papel como editor en el New Yorker, donde colaboró con los más grandes autores de la época, desde Cheever a Nabokov, pasando por Salinger o Welty. Quizá esta circunstancia hizo que su propia obra literaria, aun siendo valorada, no alcanzara la resonancia de las luminarias de su generación.

Al leer en la actualidad a Maxwell, esta circunstancia sigue marcando el primer tanteo, pero enseguida pasa a un segundo plano. Con lo que nos quedamos es con un escritor de una finura exquisita, un narrador con la habilidad para manejar los tiempos de una manera magistral y dibujar los caracteres con una sensibilidad solo al alcance de los autores que combinan una sinceridad desarmante y un oficio muy trabajado.




En La hoja plegada nos encontramos con una historia que en principio puede parecer tópica: dos amigos que pasan de la juventud a la edad madura con altibajos, exaltación y sufrimiento. Desde luego no es una repetición de esa falsa imagen de los “dulces dieciséis” o las locuras universitarias. Pero tampoco se complace en la imagen del soñador que mira por la ventana y acaba cortándose las venas... Porque el lector sabe que lo que está leyendo es verdad, y no nos referimos a su poso autobiográfico, sino a ese sentimiento indisimulable de que las palabras de este libro están construidas de vida.

Si algunos de los breves capítulos del libro sorprenden por su resplandor poético (son paisajes que colorean la ambientación sin en realidad aportar nada narrativamente), otros momentos de la historia nos golpean por su honradez. Este libro se publicó en 1945 y no sabemos cuáles fueron las reacciones en aquel momento, pero sin duda 70 años después la interpretación no es la misma. Como en todo gran libro, su poder de sugestión no ha parado de crecer con el tiempo.

Editorial Libros del Asteroide
Traducción de Miguel Temprano García

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