A la hora de acercarse a
la obra de William Maxwell, suponemos que sus contemporáneos no
podían obviar su condición como editor, “El” editor. Incluso
hoy en día, lo primero que se comenta sobre su biografía es su
papel como editor en el New Yorker, donde colaboró con los
más grandes autores de la época, desde Cheever a Nabokov, pasando
por Salinger o Welty. Quizá esta circunstancia hizo que su propia
obra literaria, aun siendo valorada, no alcanzara la resonancia de
las luminarias de su generación.
Al leer en la actualidad a
Maxwell, esta circunstancia sigue marcando el primer tanteo, pero
enseguida pasa a un segundo plano. Con lo que nos quedamos es con un
escritor de una finura exquisita, un narrador con la habilidad para
manejar los tiempos de una manera magistral y dibujar los caracteres
con una sensibilidad solo al alcance de los autores que combinan una
sinceridad desarmante y un oficio muy trabajado.
En La hoja plegada nos
encontramos con una historia que en principio puede parecer tópica:
dos amigos que pasan de la juventud a la edad madura con altibajos,
exaltación y sufrimiento. Desde luego no es una repetición de esa
falsa imagen de los “dulces dieciséis” o las locuras
universitarias. Pero tampoco se complace en la imagen del soñador
que mira por la ventana y acaba cortándose las venas... Porque el
lector sabe que lo que está leyendo es verdad, y no nos referimos a
su poso autobiográfico, sino a ese sentimiento indisimulable de que
las palabras de este libro están construidas de vida.
Si algunos de los breves
capítulos del libro sorprenden por su resplandor poético (son
paisajes que colorean la ambientación sin en realidad aportar nada
narrativamente), otros momentos de la historia nos golpean por su
honradez. Este libro se publicó en 1945 y no sabemos cuáles fueron
las reacciones en aquel momento, pero sin duda 70 años después la
interpretación no es la misma. Como en todo gran libro, su poder de
sugestión no ha parado de crecer con el tiempo.
Editorial
Libros del Asteroide
Traducción
de Miguel Temprano García
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