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Helen
pidió a Beliy un cigarrillo, recurso del que solo echaba mano en
momentos realmente tensos. Tras unas caladas pareció tranquilizarse,
y con un sutil gesto invitó a Harker a que empezara a hablar.
-Supongo
que todo esto es un shock para ti.
-No
te creas -dijo Helen irónica-. Hasta ayer creía que estabas muerto.
Luego me entero de que te habías pasado a los malos. Y ahora te
encuentro aquí tan sonriente. ¿Por qué iba a estar extrañada?
-En
realidad todo es mucho más simple de lo que parece -dijo Harker con
su imborrable sonrisa, otro efecto secundario de la medicina
milagrosa con la que le habían estado tratando.
-Cada
vez que alguien dice eso, me echo a temblar -dijo Clarke.
-Tampoco
es que tengamos mucho tiempo -apuró Beliy-. Así que se breve,
Harker, por favor.
-En
realidad nunca he dejado de ser un agente inglés -comenzó Harker-.
Y debería enfadarme por que os hayáis creído todo ese cuento de mi
defección.
-Mira,
John... -dijo Helen enojada.
-Nooooo.
Que es broma. Soy muy bueno en mi trabajo. Por supuesto que os lo
creísteis. Si no hubiera sido un fracaso total.
-Y
poco inglés -dijo Beliy con sorna.
-Muy
poco inglés, efectivamente -corroboró Harker-. Todos estos años me
he estado creando una imagen de desertor sin escrúpulos dispuesto a
traicionar a mi país y a mis amigos por dinero. Ya ves tú, con lo
desprendido que soy yo.
-Harker,
que estamos algo apurados -metió prisa Beliy.
-Cierto,
lo siento. La Casa necesitaba a alguien sobre el terreno para no
perder comba, y quién mejor que el menda. Así que me he sacrificado
hasta un punto que no te puedes imaginar -aquí los efectos del
medicamento parecieron flojear y a Harker se le puso cara de
circunstancias, pero solo duró un instante-. En fin, que todo este
trabajo me ha traído hasta aquí.
-¿Y
“aquí” significa? -preguntó Helen impaciente.
-A
ponerme del lado de los rusos para destapara las mentiras de los
yanquis.
Helen
comprendió por qué Beliy le había pedido tan encarecidamente que
se sentara.
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Hacía
tiempo que Tom había abandonado su silla y no paraba de dar vueltas
por el apartamento, sin preocuparle lo nerviosos que se pusieran
Camille y Henri. Estaba demasiado intranquilo para quedarse quieto.
No podía creerse lo que estaba oyendo, pero a la vez su analítico
cerebro no paraba de dar vueltas intentando encontrar conexiones. Al
mismo tiempo, sus articulaciones tenían que adaptarse al movimiento
mental para no quedarse abotargadas.
Como
Camille se negaba a tener que ir mirando de un sitio a otro de la
habitación para seguir el devaneo de Tom, decidió hablar
directamente a Henri, que de todas maneras tenía todos sus sentidos
concentrados en ella.
-Yurov
se ha convertido en uno de los mayores enemigos de los Estados
Unidos. A puesto en peligro muchas de sus operaciones, por no hablar
de la vida de muchos de sus ciudadanos. No tiene escrúpulos a la
hora de poner a disposición de los mayores criminales del mundo sus
armas. Y los objetivos de esas armas son, con demasiada frecuencia,
americanos.
-Sé
por qué los yanquis quieren aniquilar a Yurov -dijo Tom algo
impaciente mientras se situaba detrás de Camille-. Pero ¿qué
pintáis vosotros?
-Es
sencillo, ¿no? Gracias a nuestro dominio del FIL hemos podido
ponernos en contacto con Yurov. Todo eso del portátil y esas
historias seguro que es un camelo. La verdad es que no estoy al tanto
de todos los detalles de esta operación...
-¡Sorpresa!
-Pero
tampoco hace falta estar en el meollo para comprenderlo. De hecho, y
creo que en esto vas a estar de acuerdo conmigo, te diría que nadie
sabe muy bien lo que está pasando.
-¡Exacto!
-exclamó Tom con satisfacción-. Os habéis metido en un lío del
que ahora no sabéis cómo salir.
-No
exageres. Los yanquis quieren a Yurov. Los franceses tienen acceso a
él. Se prepara la trampa. Yurov cae. Todos contentos.
-Pero
estás dando por hecho que Yurov va a estar en París poniendo todas
las facilidades para que le atrapéis. Y a lo mejor él no tiene tan
buena voluntad.
-Ya
te digo que no tengo toda la información sobre Jinete nocturno, pero
si han puesto toda la carne en el asador es porque la recompensa que
esperan obtener merece la pena.
-¿Y
yo qué pinto en todo esto? -preguntó Tom con desamparo.
Por
una vez, Camille se detuvo a reflexionar antes de contestar. Al
contrario de lo que era su costumbre, no tenía una respuesta
preparada.
-Confieso
que esa misma pregunta me la he planteado yo desde que me contaste tu
historia. No que tienes que ver con esta operación tú, Tom Winder,
concretamente, sino los ingleses.
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-Sé
que andamos apurados de tiempo -dijo Helen un poco más tranquila-,
pero cuéntamelo despacito, haz el favor.
-Tú
pregunta que yo contesto -dijo Harker, siempre risueño.
-¡Qué
quieres que te pregunte! -poco le había durado a Helen la calma,
empezaba a exasperarle el tono beatífico de su excompañero, o
compañero, o lo que fuera ahora Harker- ¿Qué es eso de que de
repente nos hemos puesto del lado de los rusos?
-Mejor
compañía no vas a encontrar -intervino Beliy.
-Por
favor, Beliy, que ahora no estamos para bromas.
-A
John a lo mejor le es un poco embarazoso contar esta parte de la
historia -dijo Beliy ante el asentimiento de Harker-. Así que te la
resumiré yo: en realidad no es tanto que vosotros hayáis decidido
venir a los brazos del oso ruso, como que los yanquis os han dado la
patada.
-¿Y
no crees que me habría enterado de algo así? -preguntó Helen con
incredulidad.
-Lo
siento, Helen -y tan ducho era Beliy en las artes del disimulo que
parecía que lo sentía de verdad-, pero por ahora todo está en fase
de... tanteo. Hasta esta noche no se hará... oficial. Y hemos tenido
que ser muy discretos.
-Dejaré
aparte mis sentimientos personales -dijo Clarke, sin duda molesta-.
Pero intenta explicarme que es todo esto de patadas y abrazos del
oso.
-Mira,
Helen -se animó a hablar Harker-, sabes que todo este embrollo de
las filtraciones no les ha sentado nada bien a nuestros primos.
-Los
problemas de la libertad de prensa.
-Lo
que quieras. Pero ya hacía tiempo que tenían la sensación de que
nosotros nos aprovechábamos mucho de la “relación especial” sin
dar nada a cambio. Mientras estuviéramos calladitos y sin movernos
demasiado podían tragar. Pero si no podemos controlar a nuestros
propios ciudadanos, dicen, cómo vamos a encargarnos de vigilar el
mundo. Que por nuestra culpa se haya sabido todo ese tejemaneje ha
sido la gota que ha colmado el vaso.
-Por
peores hemos pasado.
-Ya,
pero es una, tras otra, tras otras. Hasta que dicen basta. Además,
ahora los franceses están muy interesados en hacerse sus amiguitos.
Siempre se las han dado de muy prepotentes e independientes, pero en
cuanto han visto la oportunidad de inmiscuirse, ahí que han metido
las narizotas.
-¿Y
qué oportunidad ha sido esa? -preguntó Helen, que prefirió pasar
por alto todos los cabos sueltos para poder avanzar.
-Yurov.
Resulta que todo eso de la compra de armas es un montaje de la DGSE
para atrapar a Yurov y entregárselo a los americanos como regalo de
compromiso.
-Y
un regalo más apreciado de lo que te puedas imaginar -aportó Beliy.
-¿Más
valorado que pillar al mayor traficante de armas del mundo?
-Tan
valorado como tener al mayor intermediario en la venta de armas
americanas del mundo. Un intermediario al que hemos logrado convencer
de que se arrepienta y cuente al mundo cuál ha sido su verdadero
papel en el mercado de venta de armas global.
Helen
se echó las manos a la cabeza de manera instintiva. Miró con
incredulidad a sus acompañantes y con una sola mueca pidió más
explicaciones.
-Como
lo oyes -terció Harker-. Yurov ha colaborado durante todo este
tiempo con los americanos haciéndoles el trabajo sucio. Si querían
hacer llegar un cargamento de armas a un lugar donde su presencia
fuera mal acogida por la opinión pública, siempre tenían a Yurov
para que se encargara de que toda la operación fuera bien ejecutada,
y además con total discreción.
-¿Y
colaboraban con Yurov a la vez que este proporcionaba armas a sus
enemigos?
-Ya
sabes que cuando haces negocios con el diablo tienes que cometer
algunos pecados -dijo Beliy-. Además, mejor que las armas
proporcionadas a todos esos terroristas sean de un amigo. Puede haber
algunos defectos, algunos localizadores... Ya sabes, un juego muy
complejo y arriesgado, pero de ganancias aseguradas. Siempre que
nadie se entere.
Helen
se puso de pie para tratar de controlar su ataque de incomprensión.
Tras un debate mantenido consigo misma, prosiguió con sus preguntas.
-¿Y
por qué Yurov ha decidido hacer todo público?
-Compréndelo
-dijo Beliy como si fuera algo evidente-. Ya está cansado de todo
este mundo. Está mayor, tiene mucho dinero y pocas ganas de
continuar. Así que se acercó a nosotros, le hicimos una oferta
generosa, y aceptó sin dudarlo.
-Y
seguro que los americanos se toman todo esto con caballerosidad. No
diré que la supervivencia de Gran Bretaña depende por completo de
Estados Unidos, pero si les hacemos esta jugarreta...
-No
te creas que todo esto es improvisado -dijo Harker con aparente
seriedad-. Se han calculado los pros y contras y las altas instancias
han decidido dar el paso. Tenemos que pensar quién está en
decadencia y quién es el nuevo poder emergente. De todas maneras,
esto puede servir como aviso.
Helen
no acababa de tragarse todo este cambio de alianzas. Pero comprendía
que con Beliy ahí delante Harker no podía ser más explícito.
Había algo que no encajaba, pero no estaba en la mejor posición
para ponerse a hacer preguntas incómodas. Eso sí, había una
cuestión cuya respuesta necesitaba conocer de inmediato.
-¿Y
de qué va todo eso de la reunión de esta noche?
-Es
una jugada maestra -dijo Harker con excitación en los ojos-. De un
plumazo logramos dejar a los franceses en ridículo al desmontar toda
su operación y a la vez nos aseguramos de que todo el mundo conozca
las intenciones de los yanquis. Será imposible tapar una historia
así.
-Pero
¿Yurov estará en el restaurante?
-Tienen
que verle -afirmó Harker-. Es arriesgado, pero él está de acuerdo
con que es necesario que se presente.
-Bueno,
ya solo faltan algunos flecos para completar toda esta locura -dijo
Helen casi sin fuerzas, agotada como estaba por el esfuerzo mental de
comprensión-. Harker, ¿tú que haces aquí?
-¡Soy
imprescindible, Helen! Conozco de primera mano todas las partes del
juego. Digamos que soy el enlace entre nuestra agencia y los rusos,
la garantía de que todo vaya bien. Los franceses y los yanquis
llevan todo el día intentando acabar conmigo, suerte que son unos
inútiles. Pero lo hacen porque creen que soy un facilitador de
Yurov, que tengo la misma información que él y que estoy dispuesto
a venderla. ¡Si supieran cuál es mi verdadero papel!
-De
acuerdo, lo admitiré. Pero entonces, ¿por que los franceses nos
llamaron para que participáramos en Jinete Nocturno?
-Muy
buena pregunta, sí señor -dijo Beliy-. Una pregunta
endemoniadamente buena.
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