Si al hablar de Arthur Miller dijimos que él solo puede representar toda una época del
teatro americano, de Budd Schulberg, en muchos sentidos su
contrafigura, podríamos decir que resume por sí mismo la historia
de los inicios de Hollywood, como descubrimos en su extraordinaria autobiografía De cine. Hijo de uno de los pioneros de la
industria del cine y más tarde reconocido guionista, las vidas
paralelas de Miller y Schulberg tendrían su punto culminante durante
el macartismo, cuando Miller se mantuvo firme en su negativa a
declarar aún bajo la amenaza de acabar en la cárcel, mientras que
Schulberg colaboró y dio nombres de antiguos amigos y simpatizantes
comunistas. No puede ser más revelador que el guión The Hook, que
había escrito Miller para Elia Kazan, acabara convirtiéndose en La
ley del silencio, una apología de la delación escrita por
Schulberg.
Pero ¿Por qué corre Sammy? sucedió mucho antes de todo esto. En sus primeros pasos como
guionista en Hollywood Schulberg había colaborado nada menos que con
Scott Fitzgerald, y sin duda algo aprendió de esta compañía. Es
evidente el influjo de Gatsby en el Sammy de esta novela, pero la
historia del hombre hecho a sí mismo, del magnate que oculta miseria
en su corazón es una típica historia americana (el libro fue
publicado en 1941, el mismo año de Ciudadano Kane, película con la
que también comparte algunas líneas argumentales). En realidad la
sombra de Scott Fitzgerald no se limita a la anécdota, sino que
también está presente su tono melancólico, la compasión y el
desgarro.
En la primera parte del
libro el ritmo de la narración se ve contagiado por la carrera
fulgurante de su protagonista. Si Sammy marca hitos a la misma
velocidad que se ven pasar los postes telegráficos desde un tren,
Schulberg dota al relato del mismo vértigo. Al igual que en El gran
Gatsby, en ¿Por qué corre Sammy? el narrador es un conocido (no
podríamos hablar de amigo) del protagonista. Aquí Nick Carraway es
Al Manheim, joven periodista judío como Sammy, pero de muy diferente
bagaje, que asiste perplejo ante el ascenso imparable de este
muchacho sin conciencia, sin reparos y sin miedo, hasta la cima de
Hollywood. Como no podía ser de otra forma, Sammy tiene
fuertes elementos cinematográficos, algunos de ellos todo un
hallazgo, como la continua renovación del calzado de Sammy, que
sirve de directa imagen visual para caracterizar su evolución. Sammy
va tan deprisa que los zapatos se le desgastan a diario.
En la segunda parte de la
novela Schulberg se centra en las reivindicaciones del sindicato de
escritores y en la irrupción de un sindicato amarillo. Es la
concesión política a su época, pero si es la parte más floja de
la novela, eso no significa que carezca de interés, sobre todo
anticipatorio. Con lo que sabemos ahora sobre la trayectoria de
Schulberg, no deja de ser curioso ver cómo el narrador, de alguna
manera su álter ego, pese a sus dudas, acaba manteniendo su
integridad. Tras este intervalo, Schulberg vuelve a centrarse en
Sammy, buscando una una respuesta a la pregunta que da
título al libro. Puede parecer que Manheim queda satisfecho con sus
averiguaciones, pero el lector solo tendrá una historia coherente,
en ningún caso una explicación. Sammy es demasiado humando para
poder ser comprendido.
Editorial
Acantilado
Traducción
de Jordi Martín Lloret
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