viernes, 21 de febrero de 2014

¿Por qué corre Sammy?, de Budd Schulberg


Si al hablar de Arthur Miller dijimos que él solo puede representar toda una época del teatro americano, de Budd Schulberg, en muchos sentidos su contrafigura, podríamos decir que resume por sí mismo la historia de los inicios de Hollywood, como descubrimos en su extraordinaria autobiografía De cine. Hijo de uno de los pioneros de la industria del cine y más tarde reconocido guionista, las vidas paralelas de Miller y Schulberg tendrían su punto culminante durante el macartismo, cuando Miller se mantuvo firme en su negativa a declarar aún bajo la amenaza de acabar en la cárcel, mientras que Schulberg colaboró y dio nombres de antiguos amigos y simpatizantes comunistas. No puede ser más revelador que el guión The Hook, que había escrito Miller para Elia Kazan, acabara convirtiéndose en La ley del silencio, una apología de la delación escrita por Schulberg.

Pero ¿Por qué corre Sammy? sucedió mucho antes de todo esto. En sus primeros pasos como guionista en Hollywood Schulberg había colaborado nada menos que con Scott Fitzgerald, y sin duda algo aprendió de esta compañía. Es evidente el influjo de Gatsby en el Sammy de esta novela, pero la historia del hombre hecho a sí mismo, del magnate que oculta miseria en su corazón es una típica historia americana (el libro fue publicado en 1941, el mismo año de Ciudadano Kane, película con la que también comparte algunas líneas argumentales). En realidad la sombra de Scott Fitzgerald no se limita a la anécdota, sino que también está presente su tono melancólico, la compasión y el desgarro.




En la primera parte del libro el ritmo de la narración se ve contagiado por la carrera fulgurante de su protagonista. Si Sammy marca hitos a la misma velocidad que se ven pasar los postes telegráficos desde un tren, Schulberg dota al relato del mismo vértigo. Al igual que en El gran Gatsby, en ¿Por qué corre Sammy? el narrador es un conocido (no podríamos hablar de amigo) del protagonista. Aquí Nick Carraway es Al Manheim, joven periodista judío como Sammy, pero de muy diferente bagaje, que asiste perplejo ante el ascenso imparable de este muchacho sin conciencia, sin reparos y sin miedo, hasta la cima de Hollywood. Como no podía ser de otra forma, Sammy tiene fuertes elementos cinematográficos, algunos de ellos todo un hallazgo, como la continua renovación del calzado de Sammy, que sirve de directa imagen visual para caracterizar su evolución. Sammy va tan deprisa que los zapatos se le desgastan a diario.

En la segunda parte de la novela Schulberg se centra en las reivindicaciones del sindicato de escritores y en la irrupción de un sindicato amarillo. Es la concesión política a su época, pero si es la parte más floja de la novela, eso no significa que carezca de interés, sobre todo anticipatorio. Con lo que sabemos ahora sobre la trayectoria de Schulberg, no deja de ser curioso ver cómo el narrador, de alguna manera su álter ego, pese a sus dudas, acaba manteniendo su integridad. Tras este intervalo, Schulberg vuelve a centrarse en Sammy, buscando una  una respuesta a la pregunta que da título al libro. Puede parecer que Manheim queda satisfecho con sus averiguaciones, pero el lector solo tendrá una historia coherente, en ningún caso una explicación. Sammy es demasiado humando para poder ser comprendido.

Editorial Acantilado
Traducción de Jordi Martín Lloret

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