Es difícil encontrar una
novela contemporánea que no tenga miedo a contar una historia (y
nada más) (y nada menos). Por eso el lector de Lo que sé de los vampiros se sorprende (primero) y se entusiasma (enseguida) nada más
iniciar su lectura. Francisco Casavella afrontó la tarea de escribir
una novela “como las de siempre” sin temor a parecer desfasado.
Pero es que disponía de las mejores armas: un talento literario de
primer orden que le permitía desplegar sus habilidades narrativas a lo
largo de más de 550 páginas, en las que la erudición se mezcla con la ligereza y el saber histórico con el enredo argumental.
En Lo que sé de los
vampiros entramos en batalla durante la Guerra de los Siete Años,
partimos junto a los jesuitas tras su expulsión de España camino de
Roma, recorremos Europa y tras detenernos en Dinamarca, acabaremos en
el París revolucionario. El viaje no se acaba aquí, pero no
desvelaremos cuál es la siguiente parada. También conoceremos a
algunos de los personajes más importantes o excéntricos de la
época, entre ellos a Federico el Grande, el conde de Saint Germain o
Mirabeau.
Pero Casavella no
construye una novela épica, una sucesión de grandes momentos, sino
que prefiere detenerse en la pequeña historia. El ambiente es
convulso, estamos ante el paso de la Edad Moderna a la Edad
Contemporánea, en medio de la lucha entre el antiguo despotismo y
una nueva era iluminada por las luces de la Ilustración. En este
periodo de mudanzas, Martín de Viloalle será expulsado una y otra
vez de cada lugar que visite, y con él asistiremos como espectadores
privilegiados, pero no como protagonistas, a este cambio permanente
de paradigmas.
Como decíamos, en esta
novela Casavella no pretende dibujar un panorama grandilocuente, sino
que mantiene en todo momento un humor desacralizador, una visión
irónica de personajes y acontecimientos. En algunos momentos incluso
se permite bordear el folletín. Al fin y al cabo, la trama de la
novela se puede leer como un baile de mascaras en el que las
personalidades son difusas, los destinos inciertos y los vampiros,
por muy presentes que estén, nunca llegan a desvelar su misterio.
Editorial
Destino
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