58
A
Tom, Henri y Camille apenas les dio tiempo a reflexionar cuando se
vieron sobresaltados por una llamada a la puerta.
-¿Quién
puede ser? -preguntó Tom-. Se supone que nadie sabe que estamos
aquí.
-Eso
te lo puedo asegurar -dijo Henri-. Este lugar no lo conoce nadie. A
lo mejor simplemente es un vecino extrañado de que se oigan ruidos
en este lugar siempre vacío.
-No
creo en las coincidencias -alguien volvió a llamar a la puerta-.
Vete a preguntar quién es, yo te cubro.
Henri
se acercó a la puerta y actuó como le había indicado Tom.
-Soy
David Gaunt -contestó una voz al otro lado-. Winder me conoce.
Ante
la mirada inquisitiva de Henri, Tom se puso a pensar a quién
pertenecía ese nombre que tanto le sonaba. Entonces recordó a aquél
tipo que había conocido en la fiesta de los Morgan la noche
anterior. Parecía que había pasado un siglo.
-Le
conozco -dijo en voz baja-, pero no sé qué demonios hace aquí.
-¿Qué
demonios haces aquí? -preguntó Henri en voz más alta.
-Tengo
un mensaje para Winder de Khun. Ha sido imposible localizarle.
Cuando
Tom se había escapado del hotel Sainte-Croix con Henri se había
deshecho de su móvil para que no pudieran seguirle la pista, por lo
que la información de Gaunt podía ser cierta. Pero
-¿Y
cómo nos ha encontrado? -susurró Tom.
-¿Y
cómo nos has encontrado? -gritó Henri.
-Por
favor, Henri -dijo Gaunt encantador-, yo también tengo mis recursos.
-También
me conoce a mí -ahora el que hablaba entre murmullos era Henri-
¿Crees que nos podemos fiar de él?
-Os
podéis fiar de mí -Gaunt no podía haber oído a Henri, pero era
fácil adivinar sus pensamientos-. Winder, tengo una botella de
Chardonnay del 89 para entregarte.
Los
ojos de Tom se abrieron en su máxima expresión. Chardonnay del 89
era la clave que había acordado con Khun para situaciones como esa,
cuando la confianza en una persona desconocida podía ser cuestión
de vida o muerte. Hizo un gesto de asentimiento en dirección a Henri
y este abrió la puerta.
Quien
entro era Gaunt, a quien también conocemos como Davies. Una gran
sonrisa decoraba su rostro buscando la complicidad de sus
anfitriones, que sin embargo seguían sin tenerlas todas consigo.
-¿Qué
haces aquí? -preguntó Tom para dejar las cosas claras desde el
principio.
-En
menuda nos has metido -replicó Davies sin perder la sonrisa-. No sé
cuánta gente te estará buscando ahora mismo. Tengo que llevarte a
un lugar seguro de inmediato.
-Este
es un lugar seguro -dijo Henri, herido en su orgullo.
-No
te lo tomes a mal, Henri, pero si yo he podido encontraros, otros lo
harán en cualquier momento. Tengo que darte esto...
-Gaunt
se llevó la mano al bolsillo interior de su americana. Pero no llegó
a alcanzar su objetivo. Tom le dio tal puñetazo en la cara que le
dejó tieso.
-¡Pero
qué haces! -gritó Camille saliendo de la habitación en la que
había ocultado hasta entonces.
-Primero
marcamos la situación y luego ya haremos las preguntas -dijo Tom
mientras se agachaba junto a Davies-. Mira el regalito que tenía
-exclamó mostrando a Henri la pistola que Davies había intentado
sacar.
-A
lo mejor iba a dártela -dijo Camille.
-Sí,
claro, así de improviso, para darme una alegría, ¿verdad, Camille?
-dijo apuntándola con el arma.
-¿Pero
estás loco? ¿Qué pretendes? -dijo Camille encogiéndose.
-¡Tom!
Ten cuidado con lo que haces -dijo Henri interponiéndose entre la
pistola y Camille.
-Tengo
mucho cuidado, Henri. Ahora bien, sé que Camille está con ellos. Lo
que no puedo creerme es que tú también me hayas traicionado.
-¿Pero
qué dices? -Henri miró con incredulidad, primero a Tom y luego a
Camille.
-Habla
-dijo Tom imperativo dirigiéndose a Camille.
-No
sabía que iban a venir a matarte -dijo Camille entre lágrimas- Lo
juro, Tom. ¡Henri! Solo me dijeron que necesitaban localizarle para
llevárselo a un lugar seguro.
-¿Henri?
-dijo Tom mirando fijamente a su cuñado.
-No
me puedo creer nada de esto -admitió Henri rendido-. Tienes que irte
ya. En eso el tal Gaunt tenía razón, seguro que vienen a por ti.
-Tendría
que hacer algo con este Gaunt...
-No
te preocupes por eso, yo me ocuparé. Puedes confiar en mí.
Tom
y Henri cruzaron una dura mirada en la que se dijeron más cosas de
las que se podrían expresar con palabras. Finalmente, Tom hizo un
leve gesto de afirmación y salió al pasillo con la pistola por
delante.
59
Después
de ausentarse durante unos minutos para intercambiar información con
uno de sus agentes, que había requerido su presencia inmediata,
Beliy volvió a reunirse con Clarke y Harker, quienes durante ese
tiempo no habían dicho palabra, pero que habían tratado de
transmitirse sensaciones y matices a través de sus miradas.
-Siento
que tengamos que dar este agradabilísimo encuentro por terminado,
pero me dicen que todo está ya en funcionamiento y tenemos que
irnos. Helen, te recomendaría que te quedaras aquí...
-Ni
se te pase por la cabeza.
-Me
lo imaginaba. Pues vamos allá.
60
Tom
había podido abandonar el edificio donde se encontraba el piso de
Henri sin toparse con ninguna sorpresa. Pero una vez en la calle y
seguro de que nadie le seguía, le atrapó el desasosiego. No tenía
a nadie en quien confiar. No sabía a dónde ir. No acababa de
comprender todo lo que Camille le acababa de contar. Solo tenía una
opción: ir al café de la Ópera.
***
-¿Está
todo preparado?
-Afirmativo.
-¿El
equipo de vigilancia está operativo?
-Afirmativo.
-¿Tenemos
a nuestros agentes desplegados acorde al plan de evacuación?
-Afirmativo.
-¿Está
asegurado el perímetro?
-Afirmativo.
-¿Habéis
comprobado...?
-Señor,
que sí, que está todo preparado, que afirmativo a todo.
***
-¿No
deberíamos ir saliendo ya?
-Estoy
esperando la llamada de Ghazalan.
-Yo
tengo que ir al servicio antes.
-¿Has
comprobado la ruta? Que luego siempre nos perdemos.
-¿Cómo
crees que me queda este traje? No quiero dar una mala impresión.
-Allí
también servirán té, ¿no?
-Venga,
luz verde. No me defraudéis.
***
Al
menos ahora no me aburro. Aunque tener a toda esta gente a mi
alrededor no me gusta. Es un fastidio que si ahora para aquí, que si
ahora para allá. Y lo que se me viene encima es todavía peor. Quién
me mandará a mí meterme en estros fregados. Pero bueno, habrá que
apechugar con ello y comportarse como un hombre. Y si me pegan un
tiro, pues mira, se acabó el espectáculo.
***
-Todo
va según lo esperado.
-Pues
será la primera vez que pasa en todo el día.
-Sí,
no ha habido más que contratiempos. Pero ahora que ha llegado el
momento culminante, parece que todo se ha encauzado.
-A
ver, actualízame la situación.
-Beliy,
Harker y Clarke ya han salido del almacén y se espera su llegada a
la hora prevista. Los franceses tienen todo preparado según el plan.
Los del FIL están de camino. Y Yurov está siendo trasportado ahora
mismo hacia el lugar de la reunión.
-¿Y
qué hay de Winder?
-No
te preocupes por él. Davies nos ha confirmado que ya no supone
ninguna amenaza.
***
-El
oso está llegando a la cueva.
-El
jockey también está de camino.
-Y
el caballo preparado.
-Parece
que los dátiles todavía no han aparecido.
-Sin
problema, el halcón está a la espera.
-Y
los gallos cantando.
-Me
estoy haciendo un lío de mil demonios.
-El
caso es que todo está preparado para la fiesta.
61
Mas
tarde, los informes sobre quién hizo el primer disparo serían
contradictorios. Nadie quería asumir la responsabilidad y todos
cargaban la culpa a otros, fueran aliados o no. Aunque tampoco tenían
muy claro quiénes eran ahora los aliados.
Yurov
se había bajado del coche rodeado de gorilas como una estrella de
cine. La discreción ya no le importaba lo más mínimo. Lo que sí
le molestó fue que los del FIL todavía no estuvieran allí. Nadie
le había hecho esperar desde hacía años.
Entró
en el café y se situó fuera del alcance de miradas indiscretas. Sus
hombres le avisarían cuando todo estuviera preparado.
Y la
señal no tardó en llegar.
El
cristal se rompió con estrépito apocalíptico. La gente empezó a
correr y a esconderse debajo de las mesas o de lo que encontraran más
a mano. Protegido por su más corpulento guardaespaldas, Yurov se
perdió todo el espectáculo.
A
los del FIL apenas les dio tiempo a hacerse una idea de la situación.
Nada más poner un pie en tierra, había comenzado el zafarrancho,
así que decidieron que estaban mejor donde estaban. Intentaron
arrancar el coche, pero se encontraron con obstáculos insalvables y
pronto el automóvil se había convertido en un cacharro inservible.
Desde
la terraza de otro café situado enfrente del de la Ópera, Clarke y
Harker tenían una posición más privilegiada para asistir al
espectáculo. Justo cuando un camarero les hacía entrega de su
comanda, se había el cataclismo. Había tiros por todas partes y
explosiones que no se sabía a cuento de qué venían. Pronto también
hubo encuentros a puñetazos y exclamaciones en todo tipo de idiomas.
Este
fue el panorama que se encontró Winder cuando llegó al café.
Instintivamente sacó el arma que había quitado a Davies, pero no
sabía qué hacer con ella. En estos casos lo mejor es encontrar un
buen parapeto y hacerse invisible. Un quiosco le sirvió a tal
efecto.
Quien
enseguida se hizo cargo de la situación fue Beliy. A través de una
serie de órdenes concisas estableció la prioridad de acción. Sin
discriminar ni caer en el sentimentalismo, ordenó a sus hombres que
dispararan a todo lo que se moviera mientras se encargaban del
rescate de Yurov. Todo estaba saliendo como había planeado.
No
pasarían más de cinco minutos, pero todos estaban tan aturdidos que
podrían haber jurado que habían pasado horas. Cuando todo el
estrépito se detuvo, nadie sabía qué había pasado.
62
Helen
había sido arrastrada por no sabía quién hasta un lugar seguro.
Tras zafarse de las manos que la sujetaban, empezó a situarse.
-¿Alguien
me puede decir qué demonios...?
Pero
no pudo terminar la frase. En medio de un callejón solitario, tres
hombres jugaban el juego más peligroso.
-¿Harker?
Harker
apuntaba a Yurov.
-¿Beliy?
-Beliy
apuntaba a Harker.
-¿Yurov?
Yurov
también apuntaba a Harker.
-Malditos
ingleses -dijo Beliy-. Helen, dime que tú no sabías nada de esto.
-Ni
lo sabía ni lo sé. Por favor, que alguien me explique que está
pasando.
-Secundo
la proposición.
La
voz había surgido fuerte y clara de una esquina. Solo Helen miró
hacia allí.
-¿Winder?
¿Qué estas haciendo aquí?
-Solo
dime a quién debo apuntar. Mi primera opción es Harker.
-¡No!
Harker es de los nuestros. Creo...
-Sí,
soy de los vuestros. ¿Qué tal, Tom? -dijo Harker sin dejar de
apuntar a Yurov.
-Pues
ahora mismo diría que en mí prevalece la sensación de
desconcierto. No entiendo nada de esto.
-Con
mucho gusto te lo explicaría, pero me pillas en un pequeño apuro.
Haz el favor de apuntar a Beliy, que es ese señor al que no está
apuntando nadie.
Tom
miró a Helen, quien con una mirada dubitativa acabó por asentir.
-Bueno,
muchachos, veo que seguís siendo los mismos cobardes y traidores de
siempre -dijo Beliy-. Yurov, ¿que dices?
-Recuerdo
que mi padre solía contarme la historia de un viejo campesino al que
había conocido su padre. Toda su vida había trabajado con
honestidad y sacrificio para sacar adelante a su familia. No se metía
con nadie y solo se dedicaba de sol a sol a cultivar su campo. Un día
llegaron unos hombres de la ciudad y le dijeron que su vida iba a
cambiar de la noche a la mañana. Su tierra ya no era suya, era de
todos. Pero a cambio, lo de todos también era suyo. Había llegado
el momento del Paraíso en la tierra. El buen hombre no se fiaba de
lo que le decían, pero había aprendido a no llevar la contraria.
Así que puso sus tierras a disposición de la comunidad y siguió
trabajando como siempre. Al año siguiente la tierra había pasado
efectivamente a la colectividad y todo era realmente de todos. El
pueblo entero había muerto de hambre.
-Conmovedor
-dijo Harker.
Y
disparó.
FIN
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