Aunque suponemos que a
Ignacio Vidal-Folch no le haría mucha gracia la comparación, varías
veces, mientras leíamos Lo que cuenta es la ilusión, se nos vino a
la mente la imagen de Jep Gambardella, el protagonista de La gran
belleza. En los paseos desencantados de IV-F por Barcelona percibimos
el mismo aroma de fin de época, de eclipse. Una desconfianza marcada
por el sinsentido casi existencial y aligerada por el sentido del
humor y la falta de pretensiones.
En Lo que cuenta es la
ilusión acompañamos a IV-F durante tres años alrededor del mundo a
través de entradas escogidas de su diarios. Pese a que se trata de
un novelista (y muy raro en el panorama español, casi parece un
personaje centroeuropeo), en este libro íntimo aparece más como un
poeta. Y no solo por sus numerosas evocaciones líricas, sino por su
visión de la vida, apesadumbrada pero colorida. Y es que poeta es el
que no paga el alquiler.
Las diversas referencias a
la “crisis” son las únicas pistas que tenemos sobre el momento
en el que el libro fue escrito. No hay dataciones ni apenas se
recogen referencias temporales. Como además la narración va a
saltos y también geográficamente tan pronto nos encontramos en Cabo
Verde como en una visita al Mar de Aral, la narración tiene algo de
ensueño, como de caminar sobre las aguas.
No sé, es algo extraño.
El lector se divierte con el humor zumbón del autor, para al momento
sumirse en la reflexión más despiadada. Porque IV-F se muestra
intransigente con todo lo que no le gusta (que es mucho), pero en el
fondo vemos en él algo de vivificante, quizá debido a que su
crítica comienza consigo mismo, y eso, además de justificarle
también le da cancha para comprender.
Editorial
Destino
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