Se suele decir que hay
personas cuya vida no sería verosímil en una obra de ficción, y
como ejemplo mayúsculo se podría citar el nombre de Victor Serge.
Durante la primer mitad del siglo XX, Serge experimentó en su propia
carne las principales convulsiones de un periodo especialmente
turbulento. Serge vivió la agitación anarquista que explotó en
Francia y en España en los años 10, para, en cuanto pudo,
instalarse en la Rusia revolucionaria para colaborar en la formación
de una nueva sociedad. Más tarde padecería las penalidades y
amarguras de la reclusión y la persecución, tanto en su país de
origen como en la Europa occidental asolada por los totalitarismos,
para acabar en México, donde moriría antes de cumplir los 60, pero
habiendo vivido más vidas de las que él mismo podía recordar.
Si las experiencias de
Serge son poco habituales, todavía lo es menos que quien haya tenido
una vida así luego tenga la capacidad para ponerla por escrito de
una manera tan destilada como él lo hace en Memorias de un revolucionario. Pero Serge siempre se considero a sí mismo, antes
que nada, como un escritor. Además de sus obras propagandísticas e
históricas, también fue un novelista destacado (su obra más famosa
es El caso Tuláyev, que junto a El cero y el infinito, de Koestler,
fue uno de los primeros títulos en denunciar el estalinismo y sus
purgas), y aunque siempre se quejó de no tener tiempo para revisar,
en sus memorias demuestra que tenía el talento y la garra de un
narrador puro.
Desde el principio, el
lector de Memorias de un revolucionario se siente atrapado por un
torbellino del que ya no podrá salir hasta que llegue al final. Hay
un torrente de nombres y situaciones que se le llevan por delante sin
dar tiempo a la calma, en un cómodo reflejo de lo que debió ser la
ajetreada vida de Serge. Este inagotable catálogo de personalidades
encuentra su contextualización en las detalladas notas elaboradas
por Jean Rière, pero el lector tendrá que elegir: o se centra en la
narración sin acabar de comprender por entero el entorno, o corta la
fluidez para una mayor complejidad recurriendo constantemente a las
notas. Creemos que lo mejor es un punto intermedio y hacer uso de las
explicaciones en los casos más importantes o curiosos.
Después de leer este
extenso libro, el lector seguirá sin saber mucho sobre la vida
personal de Victor Serge, pero es que eso no es lo importante. Él
mismo lo explica hacia el final, lo más valiososo es su experiencia
como persona en una época fascinante que le propició unos momentos
de exaltación y optimismo imborrables, pero también una decepción
de la que ya no se podría reponer. Que dispongamos de una obra
literaria de la categoría de Memorias de un revolucionario, que a la
vez es una amplia perspectiva sobre la historia europea, es un
privilegio que no deberíamos desaprovechar.
Editorial
Veintisiete Letras
Traducción
de Tomás Segovia y Mariana Pugliese
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