Al conocer la biografía
de Daniel Kahneman llama la atención que ganara el premio Nobel de
Economía... siendo psicólogo. Pero más sorprendente todavía es
comenzar a leer Pensar rápido, pensar despacio, y darse cuenta de
que, como él mismo confiesa, se trata de un psicodrama. Y en esta
historia de pasión, lucha y contradicciones, los dos personajes
protagonistas comparten cuerpo: son los dos yo.
Pero, tranquilidad, no se
trata de una teoría dualista mente-cuerpo o la superstición de
tener dos almas. Es simplemente un recurso de Kahneman para
simplificar, para que el lector pueda comprender de manera sencilla
conceptos muy complicados. Porque uno de los valores de Pensar es que
es accesible para todo tipo de lector, siempre que le eche un mínimo
de atención. En realidad los dos yo son el Sistema 1, de intuición
rápida, que nos hace tomar decisiones de manera automática y sin
ser conscientes de que lo hacemos, y el Sistema 2, un método más
racional y lento que actúa (o debería actuar, e aquí la
confrontación) en situaciones que exigen una mayor reflexión.
En la primera parte del
libro Kahneman se centra en estos mecanismos de decisión utilizando
una gran cantidad de experimentos, siempre curiosos y muchas veces
sorprendentes, que demuestran lo refinada que es nuestra maquinaria
para saltar obstáculos. Siempre en busca de la solución más fácil
y menos costosa, estamos acostumbrados a tomar decisiones sin valorar
pros y contras, lo que la mayoría del tiempo está bien, sería
inviable dedicar todo el esfuerzo necesario para reposar cada paso
que demos, pero que en determinados casos puede llevarnos al desastre.
Kahneman se centra después
en las aplicaciones económicas de sus teorías. Para él el ser
humano ciertamente no es un ser racional, y así lo demuestra con
otra batería de experimentos que dejan bien claro cómo, aunque
creemos ser muy lógicos y que elegimos nuestros propios caminos, en
realidad estamos guiados por el azar y una mala comprensión de las
probabilidades. Kahneman procura que, tras leer el libro, seamos más
conscientes de nuestras limitaciones y obremos en consecuencia, pero
no es muy optimista: no hay evidencia que lleve a las personas a
cambiar de opinión.
Editorial
Debolsillo
Traducción
de Joaquín Chamorro Mielke
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