Al leer El proyecto Lázaro
el lector tenía la sensación de que si Aleksandar Hemon no había
escrito “la” novela definitiva de nuestra época (porque es
imposible saberlo desde dentro), al menos había logrado definir,
ampliar y llevar a su punto culminante un estilo que caracteriza
nuestro tiempo y que, a través de la literatura, nos ayudaba a
entenderlo mejor. Y no podía ser otro que un autor tan preocupado
por la identidad, un autor que escribe en un idioma, el inglés, que
no dominó hasta bien pasados los 20 años, un autor de muchos mundos
y muchos tiempos, procedente de un lugar, Bosnia, en el que parece
que la tragedia es el tono natural de la vida, quien lograra aunar en
su obra un sentimiento de inquietud tan general como difícil de
domar, de cobrar sentido.
Y sin embargo, aún con
este precedente que podría hacer presagiar lo mejor, el lector no
está preparado para lo que se encuentra en El libro de mis vidas. En
apariencia, una simple colección de artículos dispersos. En
realidad, un festín inagotable sin una página que se pueda
despreciar, un repertorio de un escritor fabuloso que tiene el don de
la narración, que puede compaginar la profundidad del sentido de la
vida con la ligereza del esparcimiento más banal. Sería imposible
quedarse con uno solo de los capítulos del libro, ni tan siquiera
hacer una selección: cada uno de ellos es especial, divertidísimo o
desolador, único y a la vez coherente con el conjunto.
No deja de ser
sorprendente que la reunión de artículos autónomos, aparecidos a
lo largo de 10 años en revistas y periódicos diversos, formen en su
conjunto un autobiografía consistente y completa. Desde la infancia
del autor en la Yugoslavia comunista hasta su nueva vida en Chicago,
Hemon recorre todos los estadios de la vida, desde la exaltación
juvenil hasta la aceptación de la madurez. Y lo hace siempre con un
tono íntimo y desprejuiciado, sincero y atento a los detalles,
sensible y sobre todo comprensivo con los demás. Si Hemon ha
construido una personalidad a base de golpes y de autoanálisis, esto
no se traslada de manera pomposa o indulgente consigo mismo, ni tan
siquiera es el típico escritor egocéntrico: es a través de los
otros como Hemon consigue por fin comprenderse.
Aunque hemos dicho que es
imposible destacar un episodio, también sería absurdo no detenerse
en el último de los que forman el libro. A lo largo de toda la
historia de Hemon hemos ido conociéndolo, encariñándonos con él,
hemos compartido sus gustos y refrendado sus odios. Y así llegamos
al terrible capítulo sobre la enfermedad de su hija. Aquí no hay
espacio para la frivolidad, todo es delicadeza, tiento. Solo alguien
con el talento de Hemon puede tratar un tema así sin caer en el
sensacionalismo ni el patetismo, exponiéndose de manera radical y
casi temeraria. Pero Hemon lo tiene claro y lo expresa mejor: para él
la escritura es un método de comprender, de conseguir dar algo de
sentido a su existencia. Y si todo su sufrimiento y el de su familia
no sirvió para nada, también hay que contarlo.
Editorial
Duomo
Traducción
de Antonio-Prometeo Moya
No hay comentarios:
Publicar un comentario