estos prejuicios míos sobre el tipo de personas que están
dispuestos a abandonar libros en medio de la calle como si de hijos
no deseados se tratase, aunque en lugar de en la puerta de conventos
de monjas para que al menos el niño tenga una educación y le
inculquen una moral y pueda ser alguien en la vida, el lugar
preferido por estos despiadados son los parques, como si aún
perviviera esa costumbre del siglo pasado, y me refiero al XIX,
claro, de pasear por estos lugares, hoy habitados solamente por
drogadictos, jubilados y drogadictos jubilados de vuelta de todo, que
deberían tener cuidado para no pisar jeringuillas ni mierdas de
perros, no sé qué es peor, pero que en lugar de eso se pasean con
tranquilidad esperando que pase otro día sin haberse manchado
demasiado la suela de los zapatos ni haber cogido ninguna enfermedad
contagiosa, ya sea el sida o la manía de abandonar libros, y digo
que mis prejuicios se vieron confirmados tras la lectura de un
artículo entusiasta sobre esta nueva moda, el book I don’t know
what, en el que se confirmaba que uno de los libros preferidos por
los lectores sin corazón para ser abandonados en los parque era El
Principito, justo el tipo de libro que yo diría que esta gente está
dispuesta a abandonar sin remordimientos de conciencia, y me alegro
por ellos, pero yo no podría hacer tal daño a la humanidad sin
después pasar días de ayuno debido a mí conciencia totalizadora,
no quiero ni imaginar un mundo repleto de lectores de El Principito,
aunque este en el que vivimos parece repleto de gente que lo ha leído
y que además le gusta, no solo porque tal como vamos es evidente que
así es, sino porque es difícil ir por la calle, ya sea por parques
o por avenidas, y no tropezarse con alguien que va incitando al
primero que se encuentra a que lea El Principio, ese gran libro para
niños y niñas de todas las edades que se puede leer una y otra vez
sin perder la ilusión inicial, y ahora no solo habrá depravados de
este estilo, sino que además las calles aparecerán embaldosadas por
ejemplares de El Principio que nos impedirán caminar como hacían
nuestros abuelos, y que a estos les impedirán entrar en los parques
de sus amigos los yonquis, pues estarán tapiados por ediciones
enteras de El Principito
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