En los últimos años John Banville ha logrado un éxito poco común: reúne tanto una alta
consideración crítica y una retahíla de variados premios como un
amplio reconocimiento público, esto en gran medida gracias a sus
libros de novela negra como Benjamin Black. Pero es seguramente El mar el libro que sigue permaneciendo como su obra más apreciada,
quizá porque es la que mejor mezcla las dos facetas del autor, un
depurado estilo literario y un texto apto para todo tipo de lector.
El mar comienza de una
manera casi convencional, con tres tiempos narrativos diferentes,
cierto, pero perfectamente diferenciados. Hay rememoraciones
nostálgicas, descripciones cuidadas, personajes melancólicos. Un
relato muy evocador. Pero, según pasan las páginas, todo se va
mezclando; los diferentes épocas, antes claramente delimitadas, se
confunden e integran, a veces en un mismo párrafo. Ya no hay
distinción cronológica, no hay una concatenación lógica, sino que
en la persona del protagonista viven de manera simultánea todos los
yoes que conforman su memoria y su identidad.
Al leer El mar es
inevitable pensar en el El mensajero, de L.P. Hartley. Se repite esa
mirada adulta hacia una adolescencia turbadora, cuando una realidad
inasible se escapaba más allá de la comprensión y que ahora, en la
madurez, es recuperada con todas sus implicaciones morales y
trascendentes. No es solo “lo que podría haber sido”, sino que
este pasado cobra una nueva dimensión, una nueva verdad. La marca
es permanente, aunque se haya producido de una manera inconsciente. Y
es una herida que sigue supurando.
Pero esta es solo una de
las partes de un libro más complejo de lo que podría parecer. Con
la intrincación de diversos tiempos y la reunión de diferentes
personajes, se puede llegar a interpretaciones muy diferentes, desde
el eterno retorno, esa vida repetida en fases sucesivas, hasta la más
evidente, sugerida desde el título, de una vida formada por
sucesivas oleadas, de aparente calma pero incesante cambio, una
acumulación de experiencias que parece morir al llegar a la playa.
Pero en realidad este es solo el lugar desde el que poder
contemplarla. E intentar entenderla.
Editorial
Anagrama
Traducción
de Damián Alou
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