Cuando en La buena novela
sus protagonistas confeccionan el catálogo que configurará su
exquisita librería cometen un error garrafal: deciden excluir A la
caza del amor, de Nancy Mitford. Pese a considerar que se trata de
una novela deliciosa, deciden que no cumple los requisitos exigidos
para formar parte de la selecta colección de obras maestras que
planean reunir. Pero el lector de A la caza del amor no solo sabe que
merece incluirse en cualquier lista de grandes novelas que se precie,
sino que se verá irremediablemente llevado a completar toda la obra
de Mitford.
Aunque La bendición no
pertenece a la trilogía completada por Amor en clima frío y No se
lo digas a Alfred, comparte con ellas el mismo tono irónico, fresco
y también despiadado. De hecho, pese a que el influjo de Evelyn
Waugh es evidente desde la dedicatoria, el humor de Mitford puede se
tan salvaje como el de Boris Vian, como queda patente en la escena de
la fiesta de disfraces, cuando una pareja de bebés se mezcla y los
padres deciden repartírselos por sorteo (el ganador se queda con el
más mono).
Si Mitford permanece como
un referente del humor inglés, e incluso una fuente de primerísima
categoría para conocer la Gran Bretaña de entreguerras, en La
bendición demuestra que tiene la misma agudeza para retratar el
mundo de la clase alta francesa de posguerra. El cinismo, la
frivolidad y la hipocresía quedan retratados de una manera que no se
permite juzgar, pero que con humor desintegra todo atisbo de soberbia
y grandilocuencia. El típico juego de contrastes entre ingleses y
franceses da una nueva vuelta de tuerca con el que nadie queda muy
bien parado.
Si Waugh se erige como el
gran retratista del esnobismo, Mitford no se queda atrás en su
capacidad para burlarse de este mundo de pretensiones y apariencias,
vivido además desde una situación privilegiada. En La bendición no
hay espacio para la cursilería ni el sentimentalismo. Así, el niño
protagonista de la segunda parte, la “bendición” es un diablo
maquiavélico. Pero qué esperar del hijo de un aventurero tan
francés que supera las cotas de cliché para convertirse en símbolo
y de una inglesa pánfila y descuidada. Los pretendientes pomposos, las
amantes irredentas, los ancianos recalcitrantes, las criadas quejosas... todos
los personajes contribuyen a crear un ambiente disparatado y feliz.
Editorial
Libros del Asteroide
Traducción
de Milena Busquets
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