En
todo el siglo XX ha habido pocos escenarios culturales tan
prolíficos, controvertidos e influyentes como el París de los años
30 y 40, cuyo principal centro de ebullición era la rive gauche y su
símbolo los cafés del bulevar Saint-Germain. De ello dan fe libros
imprescindibles como Y siguió la fiesta, de Alan Riding o París
después de la liberación, Antony Beevor, pero para completar el
panorama no puede faltar el completísimo La rive gauche, en el que
Herbert Lottman hace un repaso exhaustivo de los personajes más
relevantes de la época, en su grandeza y en sus miserias.
Algunas
figuras parecen personificar el espíritu de su tiempo, y en el caso
del París de estos años André Malraux tuvo la capacidad proteica
de estar siempre en el lugar indicado en el momento adecuado.
Compañero de viaje de los comunistas durante los años 30,
resistente “interior” en los primeros momentos de la ocupación y
activo en la fase final de la guerra, e intelectual de cabecera para
De Gaulle, la biografía de Malraux se solapa a menudo con la
historia de Francia.
Pero
Malraux es solo uno de los ejes sobre los que Lottman construye su
narración. Otra figura clave es la de Gide. Si Malraux parecía
tener la habilidad de salirse siempre con la suya, Gide era proclive
a meterse en fregados que siempre le metían en problemas. Después
de la guerra serían Sartre y Camus quienes ocuparan el centro de
atención y dominaran el debate intelectual, siempre en torno al
enfrentamiento entre comunismo y capitalismo, que situó a gran parte
de los artistas franceses en una encrucijada de difícil solución.
En
el libro Lottman recupera muchos más nombres relevantes, algunos
conocidos por el público español y otros que solo recuerdan los
especialistas. Pero lo que consigue el autor es un relato fiel y
complejo de una situación que no se caracterizaba precisamente por
su sencillez. Si en los años 30 se sembraron las semillas de la
discordia, durante la guerra la polarización de la sociedad hizo
casi imposible mantener un comportamiento adecuado. Hubo algunos
héroe y otros tantos villanos, pero la mayoría se tuvo que
conformar con sobrevivir.
Ahora
parece difícil creerlo, pero por aquellos años Paris era no solo el
referente intelectual del mundo, sino también el laboratorio donde
se ponían a prueba los experimentos políticos más osados, como
sucedió con el gobierno del Frente Popular. Pero, lamentablemente,
después de la guerra Francia ya no volvería a ocupar ese lugar
privilegiado y los pensadores y artistas que habían hecho avanzar el
mundo se vieron sustituidos por intelectuales orgánicos y creadores
de vacuidad. La fiesta se había acabado.
Editorial
Tusquets
Traducción
de José Martínez Guerricabeitia
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