viernes, 7 de noviembre de 2014

La rive gauche, de Herbert Lottman


En todo el siglo XX ha habido pocos escenarios culturales tan prolíficos, controvertidos e influyentes como el París de los años 30 y 40, cuyo principal centro de ebullición era la rive gauche y su símbolo los cafés del bulevar Saint-Germain. De ello dan fe libros imprescindibles como Y siguió la fiesta, de Alan Riding o París después de la liberación, Antony Beevor, pero para completar el panorama no puede faltar el completísimo La rive gauche, en el que Herbert Lottman hace un repaso exhaustivo de los personajes más relevantes de la época, en su grandeza y en sus miserias.

Algunas figuras parecen personificar el espíritu de su tiempo, y en el caso del París de estos años André Malraux tuvo la capacidad proteica de estar siempre en el lugar indicado en el momento adecuado. Compañero de viaje de los comunistas durante los años 30, resistente “interior” en los primeros momentos de la ocupación y activo en la fase final de la guerra, e intelectual de cabecera para De Gaulle, la biografía de Malraux se solapa a menudo con la historia de Francia.

Pero Malraux es solo uno de los ejes sobre los que Lottman construye su narración. Otra figura clave es la de Gide. Si Malraux parecía tener la habilidad de salirse siempre con la suya, Gide era proclive a meterse en fregados que siempre le metían en problemas. Después de la guerra serían Sartre y Camus quienes ocuparan el centro de atención y dominaran el debate intelectual, siempre en torno al enfrentamiento entre comunismo y capitalismo, que situó a gran parte de los artistas franceses en una encrucijada de difícil solución.




En el libro Lottman recupera muchos más nombres relevantes, algunos conocidos por el público español y otros que solo recuerdan los especialistas. Pero lo que consigue el autor es un relato fiel y complejo de una situación que no se caracterizaba precisamente por su sencillez. Si en los años 30 se sembraron las semillas de la discordia, durante la guerra la polarización de la sociedad hizo casi imposible mantener un comportamiento adecuado. Hubo algunos héroe y otros tantos villanos, pero la mayoría se tuvo que conformar con sobrevivir.

Ahora parece difícil creerlo, pero por aquellos años Paris era no solo el referente intelectual del mundo, sino también el laboratorio donde se ponían a prueba los experimentos políticos más osados, como sucedió con el gobierno del Frente Popular. Pero, lamentablemente, después de la guerra Francia ya no volvería a ocupar ese lugar privilegiado y los pensadores y artistas que habían hecho avanzar el mundo se vieron sustituidos por intelectuales orgánicos y creadores de vacuidad. La fiesta se había acabado.

Editorial Tusquets
Traducción de José Martínez Guerricabeitia

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