La
historia de Paul Harding es uno de esos milagros que despiertan los
anhelos de muchos aspirantes a escritores que ven en él la
posibilidad de ver cumplidos sus sueños. Tras publicar Vidas de hojalata de manera casi clandestina, la resonancia del libro poco a
poco fue expandiéndose hasta el punto de que ganó el Pulitzer y hoy
Harding es un autor admirado y prestigioso. Pero si se trata de un
caso extraordinario, desde luego no es pura suerte.
Vidas
de hojalata es un libro difícil, en el que se combinan múltiples
perspectivas y tiempos narrativos. Pero lo más chocante es la
descripción que hace Harding de un mundo alucinado en el que el
realismo más tradicional se ve completado por sucesos sin aparente
explicación lógica, pero perfectamente integrados. Los continuos
saltos narrativos hacen que la historia se complique y el lector vaya
dando pasos inciertos, pero es más, en ningún momento el lector
puede estar seguro de que lo que le están contando sea cierto o una
invención.
Aunque
solo en algunos momentos la narración pase a la primera persona,
está claro que todo se cuenta desde el punto de vista de George en
sus últimos días de vida, cuando los recuerdos de su padre y de su
infancia se entremezclan con su propia experiencia. Estas
rememoraciones, no solo están enturbiadas por el paso del tiempo,
sino que también se mezcladas con las fantasías propiciadas por la
enfermedad, lo que sitúa el relato en el terreno de la fábula.
Pese
a ser la primera novela de Harding, este despliega todo tipo de
recursos narrativos, muy en la estela de Faulkner. No está dispuesto
a ponerle las cosas fáciles al lector, que tendrá que completar los
vacíos del relato y dar un sentido a lo que en apariencia es un
mundo caótico. Pero no se trata de un espectacular despliegue de
habilidades narrativas sin fondo. Lo más importante es que este
mundo sí tiene un sentido, pero hay que encontrárselo.
Editorial
RBA
Traducción
de Jordi Martín Lloret
No hay comentarios:
Publicar un comentario