A
lo largo de su vida Virginia Woolf escribió cerca de cuatro mil
cartas a destinatarios de todo tipo, entre los que se encontraban
algunas de las mentes más brillantes de la cultura inglesa de
principios de siglo, por lo que su correspondencia se ha convertido
en una fuente de incalculable valor para conocer los entresijos de un
mundo tan interesante en sus interioridades como fecundo en el campo
intelectual, además de ser testimonio del talento de una de las
mejores escritoras de ese periodo especialmente fértil en grandes
novelistas y artistas de menor talento pero innegable encanto.
Dardos de papel es una selección de alrededor de cien cartas de este
monumental archivo, y en el destaca la vertiente más personal de la
autora, a la que conoceremos no tanto por los hechos más puramente
biográficos, sino por su manera de relacionarse con los demás. Su
estilo, más que sus palabras, son las que dan el tono de la
narración. Pero gracias a la estupenda labor de contextualización
de Frances Spalding el lector no especialmente conocedor de la vida
de Woolf puede seguir su trayectoria con facilidad y sin perderse los
detalles más sutiles.
Entre
las cartas elegidas hay multitud de textos dirigidos a sus
familiares, fundamentales en la estabilidad de Woolf, pero también a
personas tan relevantes en la historia cultural de Inglaterra como
Gerald Brenan, Dora Carrington o Lytton Strachey (y esto sin contar a
personas con nombres tan inverosímiles como Saxon Sydney-Turner, que
parece salido de una novela de Nancy Mitford, o de su propia
familia). Siempre con elegancia, a menudo con malicia, a veces con
una sinceridad terrible, Woolf construye a través de su
correspondencia una parte no menor de su obra.
Aunque
la traducción no es la mejor imaginable, con Dardos de papel podemos
acercarnos a esta interesante y no bien conocida faceta de la obra de
Woolf. Como dice la propia Spalding se trata de una introducción,
pero la cuidada edición, repleta de ilustraciones de los artistas
compañeros de generación de Woolf (su hermana Vanessa Bell, Duncan
Grant, Roger Fry) y de fotografías de los protagonistas, nos acerca
a un mundo en el que todo era posible (como que un hombre se casara
con la hija de su antiguo amante), y en el que la superficialidad no
lograba ocultar que el desastre (la guerra, el suicidio) esperaban a
la vuelta de la esquina.
Editorial
Odín
Traducción
de Ana Lizón
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