Cuando
en 2008 Nicholson Baker publicó Humo humano: los orígenes de la
Segunda Guerra Mundial, el revuelo causado por sus tesis fue más
allá del mundo académico. Contradiciendo las tesis habituales,
Baker aseguraba que el conflicto fue provocado por la belicosidad de
los aliados, quienes empujaron a Alemania a la guerra. Baker,
excelente novelista, no tenía las credenciales suficientes para que
sus teorías fueran tomadas demasiado en serio, y además su
ideología pacifista fue un blanco fácil para calificar su posición
como sesgada e infantil.
En
cualquier caso, la historia de la Segunda Guerra Mundial todavía
sigue despertando unas pasiones que hacen difícil alcanzar la
ecuanimidad y una postura libre de prejuicios ideológicos. Sin
embargo, la Gran Guerra puede verse con más perspectiva, y no por
ser más lejana, sino porque en esta contienda no está tan clara la
división entre “buenos” y “malos”, aunque los papeles han
sido otorgados sin demasiadas complicaciones. Y he ahí precisamente
el problema.
Seguramente
gracias a ese mayor distanciamiento, las tesis expuestas por
Christopher Clark en Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en1914 han despertado admiración y en general han sido aceptadas como
un enriquecimiento en el estudio de los orígenes de la Gran Guerra,
cuando sus conclusiones son como mínimo igual de revolucionarias que
las de Baker, hasta el punto de crear un nuevo paradigma que hará
reescribir el concepto más extendido que se tiene sobre las causas
que dieron origen a la Primera Guerra Mundial.
Según
el relato tradicional en los años previos al inicio de la contienda
se produjo entre las potencias europeas una escalada armamentística
causada por choques imperialistas ente las diversas potencias que
desembocó en diversos conflictos (la crisis de Agadir, las guerras
de los Balcanes) y que tras el atentado de Sarajevo, que acabó con
la vida del heredero al trono del imperio austro-húngaro, llevó
irremediablemente al inicio de las hostilidades.
De
acuerdo con esta narración clásica, el atentado no fue más que una
excusa, un incidente casi irrelevante (de no haberse producido,
igualmente se habría iniciado una guerra continental); el imperio
austro-húngaro era un conglomerado enfermo y en descomposición;
Alemania era un país eminentemente belicista liderado por un
fanático ansioso por provocar una guerra y las democracias liberales
no tuvieron más remedio que unirse para defender la Civilización.
Pero
Clark tiene un discurso mucho más matizado, hasta el punto de que
muchas de estas ideas recibidas son totalmente desmontadas a favor de
una nueva interpretación de los hechos. Aunque el autor abomina de
la idea de “repartir culpas”, ya que la situación era demasiado
compleja para indicar quién fue el causante de qué, para empezar
niega la condición anecdótica del atentado en Sarajevo. Al igual
que David Stevenson en 1914-1918. Historia de la Primera GuerraMundial, Clark sostiene que el asesinato de Francisco Fernando sí
fue clave en el devenir de los acontecimientos, y que de no haberse
producido las cosas podrían haber sido muy diferentes.
Y,
respecto al atentado, Clark no tiene duda de la implicación Serbia,
cuyo gobierno como mínimo hizo la vista gorda. Si se buscara un
causante último en lo que iba a pasar, sin duda la inestable,
violenta y expansiva Serbia tiene todas las papeletas para asumir
gran parte de la responsabilidad. Pero es que además para Clark
Austria-Hungría no estaba en la posición decadente en la que se la
suele dibujar, sino que, pese a sus indudables problemas crónicos,
gozaba de cierta estabilidad. Tampoco el kaiser Guillermo II, un
personaje ridículo y aborrecible, tenía tanto poder de decisión
como se ha dicho. Por otra parte en Inglaterra había un importante
grupo partidaria de la guerra en las entrañas mismas del gobierno,
de igual manera que en Francia los militares habían ganado cada vez
más poder y en Rusia las ansias belicistas apenas eran disimuladas.
Como
decíamos, no se trata de redibujar el mapa mental sobre los
responsables de la guerra haciendo bascular la responsabilidad de un
bando a otro, sino de tratar de ofrecer un panorama más completo y
matizado. Para Clark no se puede decir que simplemente las potencias
centrales llevaron a cabo una irresponsable ofensiva que obligó a
Francia, Inglaterra y Rusia a defenderse, sino que la situación fue
mucho más compleja, llena de detalles que podrían haber cambiado la
historia de manera radical.
Otro
aspecto muy relevante en Sonámbulos es la capacidad de Clark para
reflejar la actualidad. No se trata de hacer un fácil paralelismo
(como comparar el atentado de Sarajevo con los ataques del 11-S),
sino de ayudar a comprender el pasado gracias a las
claves que nos da el presente. Por ejemplo, después de las guerras
de los Balcanes de los años 90, Serbia ya no es vista como una pobre
víctima de las circunstancias. En un proceso de retroalimentación
de gran valor intelectual, esta mejor asimilación del pasado permite
entender mejor lo que está pasando ahora mismo.
Editorial
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores
Traducción
de Irene Cifuentes y Alejandro Pradera
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