Al
hablar de don Benito Pérez Galdós, autor que siempre le mostró su
apoyo, Pío Baroja dice que pese a su calidad técnica, había algo
de bajo en su espíritu que le impidió alcanzar los niveles de
altura artística que se encuentra en Dickens o Dostoievski. Sin
entrar en consideraciones personales, esta idea nos parece falsa (sí,
don Benito está al mismo nivel que los más grandes novelistas del
siglo XIX), pero es que si se utilizara el mismo criterio para
valorar la obra de Baroja, mucho nos tememos que esta no saldría muy
bien parada, y sin embargo, pese a todo, sigue siendo imprescindible.
En
Semblanzas, breves retratos de escritores y artistas de su época,
Baroja tiene para todos. Incluso algunas buenas palabras para amigos
como Azorín o Silverio Lanza, aunque lo que priman son las críticas
y las anécdotas poco favorecedoras para los aludidos, entre los que se encuentran desde miembros de la Generación del 98 sin demasiado interés a jóvenes sobrevalorados como Picasso. El lector, hay
que reconocerlo, disfruta con las pullas y las revelaciones de
Baroja, y si el libro no sirve como reflejo ecuánime de una época
prodigiosa en talentos, al menos se disfruta como uno de esos
desahogos en los que el autor podía ser tan franco como despiadado:
parece que su maleta de rencores estaba a desbordar.
La
mayor parte del conjunto de perfiles reunidos en Semblanzas pertenece
a Galería de tipos de la época, la cuarta parte de las
memorias de Baroja, pero también se encuentran algunos textos menos
conocidos y de valor complementario. El libro se puede entender como
una introducción al barojismo o como una compilación de los mejores
momentos de su malicia. Pero en cualquier caso se puede apreciar en
él ese particular estilo barojiano, despojado y en apariencia poco
elaborado. Se podría atribuir a sí mismo lo que dice respecto a
Azorín: la búsqueda de la exactitud y de la precisión del lenguaje
(no en el sentido gramatical, que le importaba poco).
Y
es que, como dice Francisco Fuster en su prólogo, esta galería de
personajes también se puede leer como una autobiografía de Baroja,
no solo porque en la mayoría de las historias que cuenta el aparece
como personaje, sino porque a través de sus opiniones y, no menos
importante, de su estilo, al final del libro a quien mejor conocemos
es al propio autor. Y quizá no nos apetecería mucho pasar una tarde
con él, pero lo que no estaríamos dispuestos a perdernos de ninguna
manera es a pasar una tarde con sus libros.
Editorial
Caro Raggio
No hay comentarios:
Publicar un comentario