Desde
la publicación de El adversario Emmanuel Carrère se ha convertido
en uno de los escritores más influyentes y admirados de la
actualidad. No queremos volver una vez más a consideraciones
teóricas sobre la autoficción y las novelas sobre hechos reales
(cuestiones que en cualquier caso Carrère ya ha superado), pero lo
cierto es que todos los libros de este autor son inmediatamente
reconocibles (entre otros motivos, porque él siempre es uno de los
personajes principales). Sin embargo, en Le Royaume (El Reino), sin
dejar de ser él mismo, Carrère da un paso más allá y en esta
ocasión se ocupa de transformar un nuevo género: la novela
histórica.
La
primera parte de Le Royaume es la más parecida a los anteriores
libros del autor. En ella Carrère relata sus “años cristianos”,
una época en la que tras una fuerte depresión que le llevó a las
puertas del suicidio tuvo una revelación y regresó a la Iglesia que
durante mucho tiempo había abandonado. Más que un capricho, la
religión se convirtió para él en una obsesión (era de los de misa
diaria y estudio cotidiano de las Escrituras). Pero, tan
repentinamente como le había llegado, la pasión se le fue y Carrère
volvió a ser el agnóstico dubitativo de costumbre.
Uno
de los aspectos más interesantes del libro es esta confrontación
entre los dos (como mínimo) Carrère: el que escribe ahora Le
Royaume, escéptico y pragmático, y aquél de hace veinte años,
devoto y convencido. Al contrario de lo que se podría esperar, el
autor en ningún momento se muestra irónico ni condescendiente, ni
con su antiguo yo ni con los creyentes. Quizá por que lo ha vivido,
sabe que el camino más fácil sería burlarse de estas creencias
anacrónicas y ridículas, pero prefiere tomárselo en serio, sin
ningún complejo de superioridad.
Con
la misma seriedad se inicia la segunda parte del libro, un viejo
proyecto de Carrère sobre la vida de Pablo y los primeros
cristianos. El escritor, al que algo le queda de sus estudios de
Historia, pone todo su empeño y años de investigación para poder
reconstruir ese momento clave en la historia de la humanidad, ese
periodo en el que si algo hubiera sucedido de manera diferente, por
muy insignificante que pudiera parecer, habría trastocado todo el
devenir de la historia de occidente. Pero además de historiador más
que aficionado Carrère es ante todo novelista, y en su relato priman
los detalles, la percepción psicológica, la construcción de
personajes y tramas.
Estos
apuntes cobran todavía más fuerza en la tercera parte de Le
Royaume, el núcleo de esta nueva forma de escribir novela histórica,
una manera de renovar el género que parece increíble que hasta
ahora no se hubiera planteado, acorde como está con los tiempos
actuales. Es una especie de making-of en el que Carrère investiga la
investigación llevada a cabo por Lucas para escribir su evangelio. A
través de esta búsqueda conocemos la Roma cotidiana del siglo I y
muchos detalles sobre la sociedad del imperio, sin olvidarse del
objetivo más puramente narrativo, entremezclado con el evidente
fondo de la cuestión, la vertiente espiritual y profundamente íntima
de la religión.
Para
acercar esta historia a la actualidad, y como hacían los pintores
medievales cuando vestían a sus personajes bíblicos con ropajes
contemporáneos y los situaban en paisajes de Flandes o el norte de
Italia, Carrère no tiene empacho a la hora de modernizar las
referencias. Más allá de sus habituales alusiones al yoga o el
psicoanálisis, el autor no tiene problema en utilizar analogías
referentes a comunistas, colaboradores o islamistas para hacer más
accesible un mundo que al lector actual le puede parecer totalmente
ajeno.
En
ningún momento Carrère oculta la vertiente más autobiográfica de
su escritura. Cuando habla de Lucas también está hablando de sí
mismo. Pero, al contrario que muchos autores de esta corriente de
renovación estilística, Carrère tiene muy definidos los límites.
Deja claro cuando está hablando de hechos, cuando hace
interpretaciones personales y cuando, directamente, fabula. Y no
engaña al lector: su estilo (gran estilo donde los haya) es claro,
directo, sin novelerías del peor estilo.
Carrère,
que en sus años de creyente estudió el evangelio de san Juan de
manera meticulosa, que tiempo después colaboraría en una
adaptación moderna del evangelio de san Marcos y que para la
preparación de Le Royaume dedicó siete años a estudiar el
evangelio de san Lucas, se ocupa en la última parte de su libro de
indagar en las partes más oscuras de la vida de Jesús y los
apóstoles, se mete de lleno en disputas que han perturbado y siguen
perturbando a todos aquellos que se han acercado a esta historia, sin
ni tan siquiera necesidad de tener fe. Porque las enseñanzas que
ofrecen no están limitadas a aquellos que creen, sino que son
enriquecedoras (y a menudo inquietantes) para todo aquel que mantenga
el espíritu libre y la mente abierta.
Editorial
P.O.L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario