Al
igual que el personaje interpretado por Charles Laughton en Esta
tierra es mía, película con la que El deber tiene varios puntos en
común, Josef Rada parece en un principio ajeno a las consecuencias
más terribles de la guerra. No le gusta que su país, la joven
democracia checa, haya sido invadida por los nazis, pero él es una
persona apolítica, un burócrata eficaz y padre de familia modélico.
Su única pretensión es que le dejen tranquilo.
Por
eso lo más extraordinario del libro de Ludwig Winder es asistir a
ese momento en el que una persona corriente se convierte en un héroe.
Es inevitable que el lector se ponga en su lugar y se plantee qué
haría en su lugar. Pero Rada no es el único héroe de El deber,
donde abundan los personajes dispuestos a sacrificarlo todo por un
bien mayor, ejemplos de solidaridad y sacrificio. Es más, estos
héroes ni tan siquiera se consideran como tales: sencillamente
cumplen con su obligación.
Aunque
Winder escribió El deber durante su exilio británico en plena
Segunda Guerra Mundial, de alguna manera logró controlar la rabia y
la desesperación que debía sentir y también él cumplió el
cometido que creía más conveniente a sus circunstancias escribiendo
un libro como este, en el que la propaganda no es evidente ni
torticera, sino que llama a lo más profundo y valeroso que hay en el
espíritu humano, su capacidad de resistencia y su voluntad interior
para hacer lo que cree correcto.
Y
no consideramos “propaganda” como algo negativo. En las
circunstancias en las que escribía Winder no le quedaba más remedio
que posicionarse y aportar a la batalla contra el nazismo su talento.
Los personajes no son caricaturas ni construcciones de una pieza,
sino que incluso los más abyectos, como el traidor Fobich tienen su
lado más humano, por desagradable que sea este. Así, El deber es
una novela literariamente impecable, llena de intriga y capaz de
absorber toda la atención del lector, también de causar estupor y
de enardecer los ánimos. Winder colaboró de sobra con su escritura
en el esfuerzo de guerra.
Editorial
Periférica
Traducción
de Richard Gross
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