jueves, 10 de septiembre de 2015

Así de grande, de Edna Ferber


Sin saber nada de Edna Ferber, al ver que entre sus libros se encuentras Cimarron o Gigante (famosas por sus adaptaciones cinematográficas), daría la impresión de que se trata de una autora de americanas, ese género nostálgico y grandioso que en estos casos se concentraría en grandes epopeyas que retratan los orígenes del mejor país del mundo. Pero resulta que Así de grande, aún manteniendo la admiración por los pioneros, por el trabajo duro y el éxito en la vida, tiene una importante particularidad, y es que este éxito no lo es todo.

Efectivamente, lo más sorprendente de la novela de Ferber es que introduce el arte y la cultura como un elemento definitorio para la vida plena. En una sociedad tan material y a menudo antiintelectual como la americana, no es tan común encontrarse con una novela de pretensiones populares que incluya esta visión de la existencia en la que ganar millones y llevar una vida acomodada no lo es todo. Como dice explícitamente uno de los personajes, si una persona no posee aunque sea una décima parte de pasión por la belleza, será una persona incompleta.




Pero este no es el único elemento con el que Ferber destruye las expectativas. Otra decisión audaz y adelantada a su tiempo (Así de grande se publicó en 1924) es situar como heroína de la historia a una mujer tan decidida y testaruda como Selina. Se trata de una emprendedora cuando esta calificación no tenía los matices paródicos que posee hoy, pero no es solo una mujer hecha a sí misma que supera las mayores adversidades y saca adelante a su hijo casi sin ayuda, sino que en ella nunca se apaga ese brillo de esperanza y de amor por la cultura que tan fuerte había sido en su juventud y que casi ha sido oscurecida por la dureza de la vida que le ha tocado.

En lo que Ferber sí se mantiene fiel al género de la americana es en su retrato de amplio calado, pese a la relativa brevedad de la novela. Con una capacidad de síntesis tampoco muy habitual, la autora concentra en menos de trescientas páginas lo que normalmente habría ocupado el doble de espacio, lo que da muestra de su capacidad para ir a lo esencial y dotar de un ritmo imparable a la novela. Es cierto que hay momentos desiguales y que algunos retratos de personajes secundarios no están tan bien construidos y matizados como en su protagonista, pero en conjunto ofrece mucho más de lo que se podría esperar y, sin duda, un personaje principal memorable.

Editorial Nórdica

Traducción de Íñigo Jáuregui

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