En También esto pasara Milena Busquets juega con buena maña una doble apuesta en la
que la ligereza no trata de ocultar la gravedad del tema elegido,
sino que se convierte en una actitud frente al mundo y frente a sí
misma, la insoportable levedad del ser y la nada. Con un fraseo algo
caótico y una narración tan libre como su propia protagonista, la
autora se pone el reto de llegar a lo más profundo desde la
superficie, y consigue que la piel llegue a quemar.
Al comenzar a
leer el libro, por poco que se sepa sobre la vida de Busquets es
difícil distanciarse de esa engorrosa y pesadísima cuestión sobre
“¿cuánto de autobiográfico hay en esta novela?”, pero dejaremos
tales preguntas y otras inquisiciones sobre la elección del género
para los guardianes de la fe. Sin llegar a extremos barthianos, a
nosotros no nos interesa demasiado la vida o la personalidad del
autor más allá del reflejo que deje en sus páginas.
Al igual que con
los libros de Annie Ernaux (aunque a Busquets todavía le sobre algo
de retórica), en También esto pasará nos encontramos con
una descripción a la vez distante y totalmente personal de unos
acontecimientos que marcan la vida de manera insoslayable. Blanca, la
narradora, se encuentra en un punto de incertidumbre total y de
repente se da cuenta de que ha llegado el momento de tomarse las
cosas en serio, pero no tiene ni los fundamentos ni los apoyos
necesarios para afrontar su nueva vida.
En un ambiente
casi aislado, medio simbólico medio infantil, rodeada de bruma y de
indecisión, vista desde fuera como una adulta responsable y vivida
pero por dentro como una desconsolada y perdida niña (huérfana),
Blanca se encuentra de sopetón en ese momento clave en el que tiene
que decidir qué hacer con su vida... pero es demasiado irónica para
poder plantearse algo así en serio, y sin embargo ya no puede
dejarse llevar ni seguir delegando en su madre sus responsabilidades.
Editorial
Anagrama
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