Ya desde el
título Pero... ¿quién mató a Harry? apunta a ese tipo de género
conocido como whodunit, esas historias que tanto le gustaban a
Hitchcock, quien las elevó a una nueva categoría. Sin embargo, la
realidad es que a los protagonistas de las novelas poco les importa
la identidad del asesino, y al lector todavía menos. Lo que
realmente le interesa a Jack Trevor Story y entretiene al lector son
las situaciones absurdas y los personajes excéntricos que mientras
se pasean por el campo se encuentran con el pequeño contratiempo de
toparse con un cadáver.
Como se ve, puro
humor británico. Y aquí es donde intuimos qué pudo atraer de este
librito a Hitchcock. La novela, que se lee en un par de horas, es
como una excursión veraniega, despreocupada y feliz, con momentos
que se recordarán con efusión muchos veranos después. Situaciones
estrambóticas y encuentros casuales que inadvertidamente tendrán
unas consecuencias trascendentales... eso sí, en un mundo en el que
un asesinato es poco más que un fastidio.
Jack Trevor
Story relata la historia con mucha guasa y algo de picante (la cosa
no va más allá), sin preocuparse demasiado por la coherencia ni la
verosimilitud (lo cual también debió de agradar a Hitchcock, quien
odiaba estas restricciones a la ficción). Como dice explícitamente
uno de los personajes, en una novela no hay tiempo para andarse con
rodeos, por lo que sus diálogos van directos al grano y el autor no
se enreda en descripciones ni estudios psicológicos.
En este sentido
Pero... ¿quién mató a Harry? recuerda a las novelas de
Roddy Doyle, con sus diálogos vivos y su ritmo acelerado, en el que
no ya el lector, ni tan siquiera el escritor parece haber releído lo
que escribió el día anterior. Así pues, el libro se disfruta
mientras dura, sin tener más pretensiones que hacer pasar un buen
rato. Ah, y al final se desvela el misterio, pero a estas alturas,
con el libro convertido en un cuento de hadas, ya casi ni nos
acordábamos.
Editorial
Alba
Traducción
de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera
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