Aunque
obviamente la ambición de James Lord no es la misma que la de
Proust, además de que retrata una época diferente y tiene un estilo
mucho más sencillo, hay mucho en Cinco mujeres excepcionales del
mundo del autor de En busca del tiempo perdido. Si Proust
elevó el cotilleo a la categoría de arte, Lord redefine el concepto
de relato biográfico añadiendo mucho de experiencia personal y un
tono íntimo que se aleja de la habitual reverencia que impone el
género. También, pese a que no evita el lado más mezquino de sus
protagonistas, del acoso y derribo.
La evocación
proustiana se hace sobre todo evidente en su perfil sobre Marie-Laure
de Noailles, nieta del personaje real en el que se inspiró Proust
para crear a la duquesa de Guermantes de En busca del tiempo
perdido. Lord tenía una gran habilidad para introducirse en los
círculos más selectos de la sociedad, y durante muchos años pudo
acercarse a una figura como la de Noailles, alrdedor de la cual
pululaban las mentes creativas más importantes de su tiempo.
Si Lord nunca
pretendió situarse a la altura de estas luminarias, Noailles pronto
comprendió que si ella misma no podría ser una gran artista, al
menos podría contagiarse de la grandeza creativa de sus amigos. Como
coleccionista y promotora de las artes (financió junto a su marido
La edad de oro, de Buñuel) adquirió la grandeza que su clase
social decadente ya no podía otorgarla en todo su esplendor. Lord la
retrata con mucho cariño, pero sin esconder su malicia. Como un
poeta que evoca la pérdida de un tiempo dorado que ya nunca volverá
a existir, el escritor humaniza a Noailles y a la vez la convierte en
símbolo.
Pese a que Lord
escribió Cinco mujeres excepcionales cincuenta años después
de algunos de los hechos relatados, la viveza de sus descripciones es
instantánea. Así, cuando habla de Gertrude Stein y Alice B. Toklas
parece que estas todavía están presentes en la habitación. De
nuevo Lord no se corta a la hora de hablar de la acritud de Stein,
pero prefiere centrarse en la figura de Toklas, triste y solitaria.
Si, como Noailles, Stein reflectó el esplendor de sus acompañantes
más que el suyo propio, Toklas vivió este fulgor de tercera mano.
Lo que no impidió que conservara su dignidad frente a todas las
adversidades.
Quien también
pasó por el ostracismo y largos años de olvido fue Arletty, la
extraordinaria actriz francesa, protagonista de Los niños del
paraíso y enviada a la oscuridad después de su frívolo
comportamiento durante la ocupación nazi. Cierto que su actitud no
fue precisamente ejemplar, pero mientras otros supieron construirse
una coartada que incluso los llevó a convertirse en héroes de la
resistencia, Arletty, que después de todo pecó más que nada de
inconsciencia, tuvo pagó con creces su desliz amoroso. Lord solo
tiene para ella admiración y ternura.
De las cinco
mujeres retratadas por Lord, Errieta Perdikidi no le sonará a nadie,
y sin embargo es la única heroína de ellas. Sacrificada y
traicionada, pero nunca víctima, Perdikidi dejó su vida
privilegiada por amor y dedicó toda su fuerza a una causa en la que
no creía demasiado. Lord se extiende en la narración de su vida y a
través de ella conocemos la historia moderna de Grecia, cuya
tragedia no se limita a la ocupación nazi, sino que incluye una
sangrienta guerra civil. Lo más triste de todo es que cuando la
Historia parece calmarse y se adivina la paz tan merecida, la vida
personal de Perdikidi entra en su peor momento.
La edición
original de Cinco mujeres excepcionales en realidad hacía
referencia a seis mujeres, pero en la versión española no se ha
considerado oportuno incluir el perfil que Lord escribió sobre su
propia madre. Por tanto no podemos comparar, pero no queda duda de
que Lord sintió un gran afecto y admiración hacia sus mujeres, y
que más allá de anécdotas y nombres conocidos, se interesó
realmente por ellas y siempre conservó un gran cariño que quiso
manifestar en un libro-homenaje respetuoso y delicado.
Editorial
Elba
Traducción
de Dolores Payas
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